Desconocer el territorio, la cultura y las potencialidades de la Amazonía, así como la sierra, es negarse a identificar lo dinámico que puede representar ese espacio con múltiples capacidades y conocimiento de cómo deberían salir de la pobreza a través de la identificación de sus capacidades para combinar recursos humanos y sociales como herramientas para promover el desarrollo. Sin embargo, contrario a ello, los presupuestos elaborados por el MEF durante los últimos años, pese a los cambios generados, han tenido una naturaleza incremental, sin ningún impacto, así como tampoco ningún resultado, más bien respondieron a cuestiones coyunturales y no direccionadas a la eficiencia del gasto en favor de la población sobre todo la extremadamente pobre, por tanto, el objetivo de los diferentes estratos de gobierno fueron solo gastar los recursos, evaluadas al parecer como un indicador de desempeño fundamental.
Es increíble que, a pesar de la vigencia de las Políticas y Modernización del Estado, que apuesta por grandes cambios que implican un acercamiento real al ciudadano, su implementación desde el 2013 hasta ahora no tiene resultados, ya que en materia de desarrollo social hemos retrocedido por el aumento de la pobreza de 20.7 a 21.7%, tanto rural como urbana. En ese sentido, es importante mencionar que Naciones Unidas, señala que entre 2012 y 2017 el país se mantuvo en la misma posición del ranking mundial del Índice de Desarrollo Humano, mientras vecinos como Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador subían posiciones.
Consecuencia de ello es que las zonas rurales, sierra y amazonia muestran los peores indicadores de desarrollo a nivel nacional como los mayores índices de pobreza y extrema pobreza, la más alta tasa de desnutrición crónica, los peores desempeños en matemática y comprensión lectora, el más bajo porcentaje de acceso a los servicios básicos, provocando exclusión social, tal como lo señala Valdivia, Benavides, & Torero, (2007: 11-18), carentes de capital físico y humano, todo un entorno nefasto, más aún si agregamos los problemas de infraestructura, corrupción y débil conexión entre sectores rurales y mercados.
La salida de pobreza, atendiendo a las ODM en su meta 1; erradicación de la pobreza nos señala que se hace necesario identificarla desde su multidimensionalidad, toda vez que va más allá de una carencia de ingresos y recursos, sino a indicadores de desnutrición y anemia, limitado acceso a la educación, discriminación y exclusión social, por tanto, se hace evidente la necesidad de contar con estrategias para el desarrollo rural diferenciadas por cada espacio, nivel, piso ecológico, altitud, latitud, dispersión teniendo en cuenta que estos espacios son heterogéneos tanto social, económico, político, cultural geográfico y medioambiental que hace que los desafíos sean mayores y flexibles, por tanto la tarea debe enfocarse al trabajo articulado a nivel intersectorial e intergubernamental, focalizados a mejorar la capacidad para generar ingresos autónomos suficientes y sostenibles, asegurando la inserción de todos los actores e instituciones distintas en ese espacio territorial.
Frente a este escenario, la salida de la pobreza, pasa por asegurar en primer lugar, el acceso a servicios y activos básicos; en segundo lugar, a identificar, fortalecer y promover el desarrollo productivo sobre la base de las potencialidades, fortalecimiento de capacidades y, en tercer lugar, asegurar la gestión y prevención del riesgo y desastres que contribuyan a la inclusión económica desde la política de desarrollo rural tecnológico e integrado (Cernaqué, 2019: 01-12).
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