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Foto del escritorCarlos Ginocchio

Carlos Ginocchio / Misión de la universidad (2 de 2) 



Pareciera increíble que en un país que busca su desarrollo, las carreras imperantes sean diferentes a las tecnológicas y productivas. Aquellas que giran en torno a los sectores técnicos (llámese agroindustria, ciberseguridad, biotecnología, negocios internacionales, ingeniería ambiental, robótica, turismo), cuentan con una menor población universitaria que las clásicas. Hasta las carreras técnicas en los institutos (de 3 años) han terminado convirtiéndose en profesiones cuasi administrativas.

 

La educación universitaria está cada vez más en manos de particulares. Es probable que el tema de la gratuidad en la universidad pública – que ya no es total – acabe en los próximos años o, al menos, se establezcan más restricciones.  Los egresados de universidades públicas deberían devolver la inversión realizada en ellos cuando alcancen una situación laborable cómoda, a fin de contribuir con la solidez de su Alma Mater para las futuras promociones.

 

El incremento de la población universitaria es geométrico. En el año 2000 había 100 millones de estudiantes universitarios en el mundo, y en 2022, fueron 235 millones, más del doble. Si se considera que entonces había en el mundo unos 1,200 millones de jóvenes entre 18 y 26 años, uno de cada cinco frecuentaba una universidad. En Perú, según la desaparecida Asamblea Nacional de Rectores, la población universitaria – en el año 2000 - era 412 mil en 73 instituciones. En 2020, fueron 1.3 millones de estudiantes – la mitad de cada género, lo cual denota un avance de la Mujer en su profesionalización - en 93 universidades licenciadas, según Sunedu, 39 públicas que albergan 26% de los estudiantes, por lo que la educación superior hoy está mayoritariamente a cargo del sector privado. El crecimiento es significativo, aun cuando según la Secretaría Nacional de Juventud, en 2024, solo 30.9% de jóvenes peruanos ha logrado transitar a la educación superior

 

En setiembre 2009, publiqué en la web de la UPCI el artículo ‘La misión de la universidad peruana en el siglo XXI’, y el opúsculo de Banús me ha permitido consolidar conceptos tales como que la enseñanza universitaria se ha vuelto ineludible para cualquiera que quiera conseguir un buen puesto de trabajo público o privado, un lugar de prestigio en su sociedad. Las únicas personas “exitosas” que no necesariamente pasan por la universidad, son los ídolos de la cultura pop, músicos, actores, y deportistas, coincidiendo con Banús cuando cita su conversación con un joven que le manifiesta “la universidad, aparte de prepararme para la profesión, me enseñó a buscarme la vida”.

 

En el Perú es necesario mantener un equilibrio entre la apreciación de la mayoría de la población peruana que considera al empresario como saqueador, donde ganar dinero no es malo haciéndolo correctamente, con trabajo, creatividad y respeto a las normas, festejando a los emprendedores, y el extremo que describe Martín Caparrós como la ‘ideología del éxito’, donde lo importante es ganar dinero, a costa de lo que fuera, para ser considerado un triunfador: “la idea de conseguir más de lo que fuera que tuvieras: El éxito es la cristalización del individualismo: cada individuo peleando por su lado para mejorar su posición. En cambio, la salvación colectiva es una construcción compleja y confusa, llena de rasgos y premisas que no van de suyo. Un proyecto social es encontrar algo distinto para hacer - y muchas veces no supone un ‘éxito, porque el mundo todavía no está preparado para apreciarlo y llevarlo adelante´”. Así, observamos los millones que ganan un futbolista o un rapero, en relación a los científicos que descubrieron las vacunas contra el COVID-19, y salvaron la vida del planeta.

 

Banús afirma que “la cultura general nos ayuda precisamente a no estar perdidos en un mundo que está lleno de referencias, de símbolos, de historia y a situarnos en ese mundo, como a mantener diálogos con aquellos con quienes compartimos un aspecto de esa cultura, pues la capacidad de diálogo es tan importante para el ser humano”, y agrego fundamental para una negociación, para exponer ideas claramente, motivar al público, y hasta para una velada familiar o amical, más aún cuando los tiempos actuales deforman el idioma con abreviaturas y emoticones, produciendo ciudadanos que no trascienden el ‘hummm’ y su comprensión lectora es limitada.

 

La Universidad debe convertirse en un centro de producción del pensamiento, de proyectos que trasciendan los anaqueles de las bibliotecas, considerando que los avances del conocimiento son de cada día, pero sin llegar a convertirse en una empresa, donde como menciona Banús, “todo producto tiene que ser rentable; y, como en un supermercado, si no es rentable, se retira de los estantes”, como apreciamos en algunos centros de estudios en el país.

 

La Investigación y, por ende, la creación de la modernidad, tanto en aspectos de tecnología, fabricación, productos y servicios, como las ideas y filosofías sociales y políticas, deberán provenir de la Universidad. Banús refuerza esta consideración: “la universidad tiene que cumplir objetivos relacionados con el saber, el conocer; también, conocer otros mundos y transmitir la capacidad de dialogar con esos mundos”.

 

Coincido con EBI en que la universidad no es una profesión, sino un estilo de vida, y agrego lo que aprendí de ella, más allá de los conocimientos de la profesión: a) pensar y reflexionar, b) no creer en lo primero que me dicen, los titulares, o las modas, sin análisis ni sustento, lo que Banús llama ‘la resistencia frente a lo falso como propio de la cultura universitaria’, c) a decir “no”. ¿Los valores?, ellos se cultivan desde el hogar.


 

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