En el calendario romano los idus eran días de buenos augurios y correspondían al 15 de marzo, mayo, julio, octubre, y trece de los restantes meses. Marzo gozaban de mayor reconocimiento por las celebraciones religiosas, y pese a las beneficiosas predicciones, el asesinato de Julio César (44 AC), quien había sido advertido por un aurúspice. Plutarco narra que César dirigiéndose al Senado, se encontró con el augur, y le espetó: “los idus de marzo han llegado”. La respuesta fue: “aún no culminan”. Siglos después, Shakespeare en su drama “Julio César”, escribía lapidario: “cuídate de los idus de marzo”.
En el Perú, parafraseando al Cisne de Avon, podríamos manifestar: “atención a los idus de abril”. Fue un 5 de abril cuando Chile nos declaró la guerra, en 1879. En 1992, el autogolpe de Fujimori. A nivel internacional, ese mes se produjo el hundimiento del Titanic (1912) y el incendio de Notre Dame (2019). Apreciamos cantidad de situaciones que hacen cabalístico al mes.
El 24 de febrero pasado, Rusia inició la invasión de Ucrania; sin embargo, desde abril de 2021 empezó una concentración militar en la frontera, acentuada en octubre. De haber contado con profesionales capacitados, especialmente en la Cancillería, podríamos haber previsto el desenlace, y adoptar medidas preventivas para enfrentar la crisis de alza de precios de combustibles, fertilizantes, trigo y alimentos que nos aqueja, y han generado protestas en todo el país.
Tras un frustrado segundo intento de vacancia, se esfumaron las esperanzas del ministro de Salud para evitar la censura del Congreso, y de inmediato, las consecuencias del conflicto Rusia-Ucrania que la clasificación de la selección peruana de fútbol no pudo detener, y en una vorágine, acontecimientos que, no por dramáticos y penosos, dejan de ser rocambolescos.
El presidente Castillo declaró “se están anunciando paros y bloqueos en las carreteras, malintencionados y pagados por algunos dirigentes y cabecillas…pondremos orden en las próximas horas”, agravio injustificado e innecesario a transportistas, agricultores, ganaderos, y población, que le obligó a disculparse, y las protestas continúan, pero lo inaudito fue que en un mensaje a la Nación – digno de Pepino el Breve, por su cortedad – casi a la medianoche, dictaminó una orden de inamovilidad para Lima y Callao por 24 horas, que debía cumplirse al día siguiente(5 abril). Con esto, se incendió la pampa, limeños y chalacos tranquilos hasta ese momento, salieron masivamente a protestar, en una marcha que fue infiltrada, atentando contra la propiedad pública y privada (antes se había producido un sospechoso incendio en la Dirincri, quemándose documentos sobre investigaciones de lavado de activos).
La instructiva de inamovilidad se debió a un supuesto informe de Inteligencia que se producirían saqueos en la capital, avalado por un ex militar y representante del partido político más entusiasta de la vacancia presidencial, con una declaración discriminatoria y reprobable (el jefe de su organización pidió disculpas): “hoy iban a bajar de los cerros a saquear Lima”, como si en estos habitasen delincuentes, e ignorando que los mayores latrocinios al Estado los han cometido residentes en distritos encopetados. No estuvo solitario en su desmañada expresión. Algunos ministros le hicieron compañía: “solo hay cuatro muertos, nada más”, “nuestra policía es deficiente” (en un medio internacional, que le valió la crítica de un compañero de gabinete), “si él pollo está caro, coman pescado”, y “quienes vienen instigando estos actos de violencia, seguro querían tener algunos muertos en las calles y eso era su objetivo y finalidad”, pero aún faltaba la más alucinante.
El presidente Castillo invitó a los congresistas a Palacio de Gobierno para coordinar acciones. El Congreso hizo lo propio, y finalmente se impuso, acudiendo el Ejecutivo con cinco ministros, cuando debió ser la invitación presidencial la que debió distinguirse. No fue todo, el presidente se retiró sin que culmine la reunión con el pretexto – en súbita inspiración - de firmar la suspensión de la inamovilidad (la digitalización le es lejana), que nunca fue suscrita y venció con el plazo fijado. En dicha reunión, más allá de la propuesta de eliminación temporal del IGV a productos de la canasta familiar, ningún acuerdo.
Continuando el mundo de Oz, mientras el premier certificaba la unidad en el gabinete, el consejero presidencial revelaba se habían producido renuncias. Los aliados del gobierno tomaban distancia, y sería el primer ministro quien ante una pregunta si era posible el final del gobierno, respondió con una frase que dibuja a nuestro país: “en el Perú todo es posible”, pero sería en el consejo de ministros en Junín – con aplausos y abucheos – que vendría la birria de Aníbal Torres: “Italia y Alemania eran igual que nosotros. En una oportunidad, Adolfo Hitler visita el norte de Italia y Mussolini le muestra una autopista de Milán a Brescia. Hitler fue a su país y lo llenó de autopistas, de aeropuertos y convirtió Alemania en la primera potencia económica…”. Además de la respuesta de las embajadas alemana e israelí rechazando a nefasto y genocida personaje como referente, la afirmación es errada, pues el Perú no era igual a lo que eran Alemania e Italia en esos tiempos, ni Hitler construyó las carreteras que menciona.
¿Qué se viene con el turismo, agricultura, red vial, y la capital en emergencia?, ni Nostradamus podría avizorarlo. Analistas y políticos de diferentes tiendas exigen la renuncia del presidente y congresistas, y hay quien pronostica un golpe militar. Una bomba de tiempo difícil de desmontar hasta para Jeremy Renner (filme ‘Zona de miedo’), donde lo que está cantado es la renuncia del primer ministro, y la caída del gabinete. La mejor salida sería uno de ancha base, concertador, con personalidades sin denuncias ni sentencias, dejando de lado propuestas irrealizables y que generan enfrentamientos, algo difícil ante el descrédito del gobierno. Solo así se atravesará con buen viento los idus de abril.
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