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Carlos Ginocchio / Legado Tallán piurano (5 de 5)


Una anécdota que merece relatarse es que el primer negro que llegó a América del Sur, fue a Tumbes, zona tallán. Alonso de Molina, por decisión de Francisco Pizarro, desembarcó con regalos para el curaca, cerdos, un gallo y una gallina. Le acompañó un esclavo negro. Fue una novedad para los indios que pensaron su color se debía a la falta de aseo, por lo que intentaron bañarlo, sin conseguir que el agua cambiara su color.


En sus viviendas, la cocina contaba fogones de adobe, ollas de barro y usaban leña, tenían muchas clases de tazas, vasos, calabazas (mates), dormían sobre esteras y se cubrían con matas de algodón. Usaban hamacas y banquillos de madera labrada, como actualmente.


Los tallanes eran gente muy hospitalaria. El viajero era siempre bien recibido. Le hacían comilonas en su honor, y como eran aficionados a la bebida, se bebía mucho, se cantaba, y en el que es hoy nuestro mes de diciembre, se celebraba una fiesta que duraba siete días, donde según Hermann Busse, hombres y mujeres jóvenes se reunían en una pampa completamente desnudos, y las mujeres corrían hacia un cerro de poca altura. Después de un rato, salían los hombres a perseguirlas y a la que alcanzaban, la poseían delante de todo el pueblo reunido. Los religiosos trataron de erradicar esta costumbre y les costó mucho tiempo lograrlo. Es innegable que la hospitalidad y el gusto por la bebida perduran.


Fuera de las festividades, una costumbre que hasta la fecha ha perdurado en el ambiente campesino y popular, es el corte de uñas y de pelo. El primero se hacía a los niños de un año. En el corte de pelo, se reunían familiares y vecinos y cada uno cortaba un puñado de cabellos, que les llamaban ‘ñaca’ y como ofrenda se depositaba en las tumbas o huacas de loa allegados. Generalmente los padres del niño, ayunaban antes de la ceremonia, pero luego se comía y libaba en abundancia.


Tuvieron dos dioses, el Sol y la Luna, y algunos consideran que el dicho de ´la Luna de Paita y el Sol de Colán’, se debe a la posibilidad que hayan existido adoratorios en esos lugares, aunque en realidad la frase se comenzó a usar en el siglo XVI, señalando lo cautivante de su contemplación.


En nuestra poesía costumbrista se llama ‘chinas’ a las jóvenes mujeres, y muchos pueden creer se debe a sus ojos rasgados. No es así. Cuenta el cronista mexicano Pedro Gutiérrez de Santa Clara, que dicha expresión fue usada por los indígenas y ha sido castellanizada, pues probablemente se trató de dos voces: ‘shi’ que era la ‘Luna’, y ‘na’, que no se conoce su real significado, pero se tiene claro no fue traída por los españoles.


En la zona tallán las dolencias muy frecuentes eran de tipo estomacal o gastrointestinales, a causa del agua llena de gérmenes. La mortalidad infantil era sumamente elevada, y los niños morían en gran cantidad por la infección umbilical. Hoy que aparece la ‘viruela del mono’, debo mencionar que la viruela causó gran mortandad entre los tallanes, como lo relata el cronista Francisco López de Jerez, y que hizo también presa del Inca Huayna Cápac que se encontraba en el Reino de Quito.


Podemos concretar doce legados sustantivos: la diversidad y el mestizaje, el individualismo, el cebiche, la agricultura, la cerámica, la hidráulica y los canales, la hospitalidad, el gusto a la bebida y las celebraciones, algunas voces y apellidos, el corte de uñas y pelo a los niños, la destreza en la navegación, y el enfrentamiento a la naturaleza.


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