Incluyo las que considero las ‘palabras malditas’, sus significados, origen, etimología, usos, y presencia en la vida diaria. Es un tratado, especialmente, de investigación.
6. Cagar (cagón), según la RAE significa ‘defecar, evacuar el vientre’, pero también tiene acepciones como ‘manchar, deslucir, echar a perder algo’, también ‘acobardarse’ usada en el Perú (te cagas de miedo), y más aún, ‘cometer un error difícil de solucionar’ (la cagaste), mucho más usada en el Perú.
Claro está que semánticamente significa expulsar excremento, defecar, echar mierda, pero justamente por dichos significados, es que tiene muchos usos adicionales: a) me cago en alguien o algo, para expresar desprecio o rechazo hacia esa persona o esa cosa, b) me cago en diez, en la burra, o en la leche, o en la mar, etc…, para expresar extrañeza o contrariedad, c) ten cuidado que la puedes cagar, denotando que si no evalúas bien una situación puedes caer en errores, d) la cagada, una situación complicada, enojosa, desfavorable, e) Me cago y no me limpio, indicando que no me importa lo que me dicen o una situación determinada, f) no la cagues, no la malogres. También está la expresión ‘cagadón’ (un excremento enorme o un error inconmensurable), ‘el sustantivo ‘cague’ (un buen cague es una adecuada deposición), y el verbo ‘cagué’ (la cagué, la malogré).
En Cuba, la expresión ‘cagado’ se refiere a una persona cobarde, medrosa o de poco espíritu. En el Perú, un ‘pobre diablo’, alguien con muchas limitaciones. Incluso, los hinchas de un equipo popular peruano llaman ‘cagones’ a los de su principal equipo antagonista, tildándoles de fracasados. Etimológicamente proviene del latín ‘cacare’ que significa ´defecar’, pero tiene pronunciamientos similares en diferentes lenguas: kaké en albanés, k’akor en armenio, kaka en letón, kákat en ruso, cacc en irlandés antiguo, cac en gaélico escocés, kakkao en griego antiguo, caca en francés, cacare en italiano, cáca en rumano, kakken en holandés, y kacken en alemán, por lo que la ‘caca’ mantiene su personalidad en muchos idiomas.
En 1989, Kathleen Meyer publicó’ Cómo cagar en el monte: revisión de la literatura científica’, protocolo sostenible sobre como satisfacer nuestras necesidades fisiológicas en las montañas, que son fuentes de agua “limpia” que abastecen a la mayor parte de la población del planeta. Se estima que 300.000 personas intentan anualmente subir el Monte Fuji (Japón) y más de 50.000 el Kilimanjaro (Tanzania). ¿Es necesario imaginar los volúmenes fecales resultantes?
La web https://enlalunadebabel.com/ publica ‘El lenguaje escatológico y sus eufemismos’. Algunas menciones al término que nos ocupa: Con la llegada de la Navidad vuelven las tradiciones a todos los hogares, si bien algunas son más extrañas que otras, como en Cataluña. Parece que al tópico de ser agarrados se une muestra pasión por lo escatológico y no es de extrañar. Para empezar, tenemos al caganer, la figurita de un hombre defecando tranquilamente en el belén con su barretina y muchas veces fumando en pipa. Esta curiosa tradición se sitúa entre el cambio de siglo XVII y XVIII, en pleno Barroco, un movimiento cultural y artístico caracterizado por un realismo algo exagerado, digamos. Esta figura se actualiza año tras año y actualmente adquiere la forma de los políticos o deportistas más prominentes, o bien del famosillo de turno. Luego le damos de palos a un tronco para que nos cague dulces y regalos: el sufrido (caga) tió. No es que nos pirre el sadomasoquismo o la ultra violencia a lo Alex DeLarge, el protagonista de La naranja mecánica. Todo tiene su explicación; de hecho, existen dos teorías detrás de esta práctica. La primera es que simboliza la fertilidad de la tierra y garantiza la prosperidad del próximo año; la segunda, que el tronco representa a la naturaleza que duerme en invierno y hay que despertarla a palos para que defeque y comience de nuevo el ciclo. Además, tenemos algunos refranes que respaldan lo dicho, como “Qui mengi molt i cagui fort no ha de témer la mort” (Quien come mucho y caga fuerte, no debe temer a la muerte). Y hasta Salvador Dalí, nuestro catalán más insigne, escribió un ensayo escatológico sobre las ventosidades titulado «El arte de tirarse pedos o Manual del artillero socarrón», que incluyó como apéndice en su Diario de un genio (Tusquets, 2004).
En letralia.com, Sol Linares, en 2019, escribe lo siguiente
‘Sobre los verbos cagar y leer’: Nunca ha sido cómodo para mí leer en el retrete. Pujar y leer no son verbos que pueda conjugar; la angustia, la premura y el placer del momento no me lo permiten. Absolutamente impensable leer a Joyce, por ejemplo, con el culo embarrado, y las pantis en los tobillos, y el incienso, y la terrible ansiedad que me produce pensar que algo descompuesto esté flotando debajo de mí, mirándome, esperando despedirse para siempre. Siento que lo que sale de uno tiene tanta prisa por desaparecer como uno por continuar la vida justo donde la dejó… Sé que mucha gente puede leer en el baño, incluso filosofía. Yo no. No puedo leer ni mensajes de texto, me da la impresión de que meto a la gente en el baño conmigo, obligándolos a una siniestra vecindad, cuando en realidad quiero estar sola. La poceta es para cagar, mear, vomitar, fumar y llorar. Lo demás se me antoja incómodo. Incluso tener sexo ahí es tan rebuscado: la tapa del retrete sonando y descalabrándose como la quijada de un esqueleto (con lo caras que están), y ni hablar si el tanque tiene un botecito de agua; uno piensa en el botecito, en el planeta, en lo mal ciudadana que eres, en qué coño, la candidiasis. Mi ex marido, el lector más encarnizado y disciplinado que conozco, podía pasar largos ratos sentado en el retrete. Sabía que iba a librar el intestino porque buscaba en la biblioteca un libro y caminaba ágilmente hacia el baño como quien asiste a una entrevista de trabajo. Yo le miraba los pies por la rendija de la puerta, y cuando tardaba demasiado tiempo comenzaba a pasarle notitas por debajo, dibujos con caritas, oraciones desesperadas o caricaturas. Lo escuchaba reír de mis payasadas, después aquellas notas pasaban a convertirse en marcalibros. A veces, por molestar, abría la puerta, y podía hacer popó delante de mí y conversar sobre un tema interesante. Yo de ingenua, que tomaba a ésta una costumbre de varones, quedé sin aliento cuando noté que mi hija había heredado de su padre tal arte; con pasos cortos iba al baño a leer y cagar, haciéndome sentir la peor lectora del mundo y la más rara de la familia.
Fernando Aramburu llama a gente como ésta el lector evacuador. De él supe que Hemingway tenía una biblioteca en su baño, que serían necesarias al menos 40.000 deposiciones para leer Orgullo y prejuicio, y que Lutero recibió una revelación divina sentado al excusado. ¿Cómo, digo yo, podía Lutero leer y deponer en la época humana de las letrinas? Si de niña sentía que la letrina de la casa de mi abuela me jalaba el espíritu y que, en algún fatídico momento, aquel agujero negro hawkingiano terminaría absorbiéndome y yo, pobre niña mestiza, caería sobre la mierda de todos mis antepasados. Definitivamente la verdadera civilización se debe a dos grandes inventos: en 1597 con John Harington cuando inventó la taza del váter para la reina Isabel I de Inglaterra, a quien debía parecer bastante enfadoso descomer con aquellos vestidos, y la bombilla, que patentó Tomas Edison. Una combinación célebre que sepultó para siempre la maldición de defecar a oscuras. Cabe imaginar, entonces, que a partir de ese momento se multiplican los lectores evacuadores. Sobre el arte de defecar y deponer, dice Fernando Aramburu lo siguiente: En pocas palabras, se retira uno a devolverle al planeta (al noble humus de la corteza terrestre) lo que le tomó prestado por vía oral y, quieras que no, leído cierto número de páginas, sale uno de su provechosa soledad algo más culto e instruido. Henry Miller —aunque ustedes no lo crean— no conocía mejor lugar para leer un buen libro que el corazón de un bosque. Mucho mejor al lado de un arroyo. En su momento llegó a escribir “Consideraciones sobre el acto de leer en el retrete”, en el que admite verlo como un hábito de su juventud al que más nunca visitó. Hace una crítica muy hilarante del hombre modernista, a quien nunca le alcanza el tiempo para nada y cuando va al baño aprovecha de descomer, pensar e informarse. ¿Por qué no ofrecer —dice Miller— una oración en silencio al Creador, una oración para agradecer el buen funcionamiento de las tripas? Ofrecer una oración de este tipo —continúa— cuesta bien poco tiempo, y además tiene la ventaja de sacar a Dante al aire libre, donde podemos relacionarnos con él en términos de mayor igualdad. Estoy convencido de que, a ningún autor, ni siquiera a los muertos, le halaga la asimilación de su obra con el sistema de alcantarillado. Comulgo con el insensato de Miller en, tal vez, su único arrebato de sensatez. Me niego leer en la poceta. Prefiero leer como Chaplin, con ropa, en una bañera, semihundida en el agua.
La web https://adarve5.blogspot.com/, Virtudes del cagar y defensa del pedo, Xilografía del pliego editado en Barcelona por Juan Llorens en 1857:
Al hablar de escatología podemos referirnos al ámbito de lo que está más allá de la muerte, a la vida de ultratumba o, como es nuestro caso, a lo excrementicio y a lo considerado sucio en general. El interés por lo escatológico, en este último sentido, se encuentra presente y no podía faltar en los pliegos de cordel. Es más, la abundancia de reimpresiones sobre estos temas demuestra su popularidad y buena acogida por parte de sus consumidores. Si bien la historia de la literatura escatológica no se caracteriza por su abundancia, sí lo es por su persistencia en el tiempo. Ya desde Aristófanes (423 a.d.C), en su comedia Las nubes, insiste en los temas escatológicos o anales para arremeter irónicamente contra Sócrates (primera referencia histórica sobre su figura), al que atribuye cómicamente una grotesca explicación sobre cómo hacen sus ventosidades los mosquitos, si por la boca o por el ano, o si el trueno no es otra cosa sino el pedo de las nubes. También de Esopo (siglo III), se conocen textos donde convive la comicidad con lo obsceno.
Asimismo, los carnavales han sido, desde siempre, un escenario de subversión del orden social establecido y propicio al humor de corte escatológico que ha llegado hasta nuestros días.
Desde un punto de vista más académico y teórico no podemos obviar la obra de John Gregory Bourke (1843-1906): Escatología y civilización, original del año 1891, donde trata a los excrementos como un particular objeto de estudio y fuente de valiosa información, describiendo y estudiando una extensa selección de ritos y costumbres escatológicos y documentando el uso de los excrementos y secreciones en la medicina antigua como remedios para atajar distintos males o enfermedades.
Desde un punto de vista psicológico, Sigmund Freud, en 1905, elaboró su teoría sobre la fase "anal", en el sentido de que las pulsiones no satisfechas derivan total o parcialmente hacia fines distintos de los sexuales. En dicha "etapa anal" (entre los dos y los cuatro años), el niño utiliza los excrementos propios para marcar el territorio a semejanza de los animales. Parece claro que el pudor ha sido uno de los diques pulsionales que ha ido sufriendo variaciones a lo largo de la historia.
El interés por la temática excrementicia ya se aprecia en algunas de las composiciones recogidas en el célebre Cancionero de obras de burlas provocantes a risa (Valencia, Juan Viñao, 1519), así como en la poesía satírica de escritores, como el español afincado en Perú Juan del Valle y Caviedes (1645-1698) en su Defensa que hace un ventoso al pedo, poema incluido en algunas de sus obras; el Tratado del pedo, del dominico valenciano Padre Francesc Mulet y Querol (16241675), uno de los hitos de la literatura escatológica europea; el deán de la colegiata de Alicante Manuel Martí con su intitulado La oración en defensa del pedo (Pro crepitu ventris), editado en Toledo por Nicolás Almanzano en el año 1776. Siendo un religioso dependiente de Roma, en pleno siglo XVIII, el deán utilizó la sátira para espantar a sus demonios interiores, al igual que sus predecesores.
Lo excrementicio no ha dejado de ser un motivo recurrente de comicidad, tanto en la cuentística folklórica como en los chistes y expresiones hilarantes como motivo de risa. La literatura burlesca del siglo XVII (novelas, entremeses, comedias, letrillas...) es pródiga en incorporar textos de tipo escatológico. Recordemos a Quevedo (1580-1645), quien, por ser autor bien conocido, hace de lo escatológico uno de los temas integrantes de su creación poética, lo que ha convertido el tópico excrementicio como asociado indisolublemente a su figura. Así ocurre en su famoso opúsculo "Gracias y desgracias del ojo del culo, dirigidas a Doña Juana Mucha, Montón de Carne, Mujer gorda por arrobas". Su interés por lo excrementicio, las purgas o las ventosidades también aparecen en el "Buscón", "Sueños", "El parnaso español" y en diseminados poemas burlescos y en las rimas que dedica a su adversario Góngora, ese "hombre en quien la limpieza fue tan poca / (no tocando a su cepa), / que nunca, que yo sepa, / se le cayó la mierda de la boca".
Atribuido a su pluma es el conocido poema al pedo:
Alguien me preguntó un día:
¿qué es un pedo?
y yo le conteste muy quedo:
el pedo es un pedo, con cuerpo de aire y corazón de viento
el pedo es como un alma en pena
que a veces sopla, que a veces truena
es como el agua que se desliza
con mucha fuerza, con mucha prisa.
El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte y tiene algo que nos divierte;
el pedo gime, el pedo llora
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido
El pedo es fuerte, es imponente
pues se los tira toda la gente.
En este mundo un pedo es vida
porque hasta el Papa bien se lo tira
hay pedos cultos e ignorantes
los hay adultos, también infantes,
hay pedos gordos, hay pedos flacos,
según el diámetro de los tacos
hay pedos tristes, los hay risueños
según el gusto que tiene el dueño
Si un día algún pedo toca tu puerta
no se la cierres, déjala abierta
deja que sople, deja que gire
a ver si hay alguien que lo respire.
También los pedos son educados
pues se los tiran los licenciados,
el pedo tiene algo monstruoso
pues si lo aguantas te lleva al pozo
este poema se ha terminado
con tanto pedo que me he tirado.
Muchas frases con el término: caga el cura, caga el Papa, y de cagar nadie se escapa, los negocios son como cagar pero al final eres feliz, al comer y al cagar prisa no te has de dar, cagar por la mañana y abundante alarga la vida de cualquier tunante, comer bien y cagar fuerte y no tener miedo a la muerte, comer uva y cagar racimo, cuento María Sarmiento que fue a cagar y no le dio tiempo, de los placeres sin pecar el más barato es cagar, dolor de cabeza quiere yantar dolor de cuerpo quiere cagar, eres más prevenido que el tío Baltazar que se limpiaba el culo antes de cagar, la suerte del enano que fue a cagar y se cagó en la mano, no comer por no cagar es doble ahorrar, quien alquila su culo no puede cagar cuando quiere https://www.buscapalabra.com/refranes-y-
dichos.html?tema=cagar#resultados y agrego: Benedito, come y caga como un bendito.
En el Perú es común la reacción ante una molestia: ‘me cago y no me limpio’. Cuando alguien realiza mal un cometido: ‘la cagaste’, y muchas veces el reconocimiento propio: ‘las cagué’. ‘Cagón’ de le denomina a un inútil. Una barbaridad grandiosa: ‘que tal cagada’. Si deseas que alguien afecte a otra u otras personas: ‘cágalo’ o ‘cágalos’, y por supuesto, ante un error enorme: ‘que tal cagada’, aunque hay quienes afirman que el pisar ‘caca’ trae buena suerte.
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