La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) manifestó su preocupación por los excesos de la policía en las protestas contra Merino, y años después, contra la presidencia de Dina Boluarte, pero calló ante las muertes por el paro agrario durante el gobierno de Sagasti, como ante las barbaridades del Ejecutivo de Vizcarra frente a la pandemia por el Covid -19, que generaron la mayor cantidad de muertes por número de habitantes, en el mundo.
En 2017, el expresidente Ollanta Humala y su esposa recibieron una sentencia de prisión preventiva durante 18 meses, acusados de lavado de activos en relación a la corrupta empresa Oderbretch. La extrema decisión del juez Carhuancho generó apoyo en partidos de oposición, y rechazo entre sus partidarios. Cuando un año después fue detenida Keiko Fujimori, las opiniones se voltearon. La Fiscalía fue inclemente con los políticos supuestamente involucrados en esta fechoría, y muy flexible con los funcionarios de la empresa corrupta. ¿Incongruencias? No, política.
La Junta Nacional de Justicia destituye a la Fiscal de la Nación de un ‘porrazo’, mientras que para ellos, le exige al Congreso el debido proceso y una correcta investigación. Las declaraciones de un aspirante a colaborador eficaz son creídas en el caso de culpar a Fulano, pero negadas si se trata de Perenseco. Una alcaldesa acepta su culpabilidad en sobornos y permanece libre, mientras otros son encarcelados por menos.
¿Despropósitos? No, política.
El semanario de información religiosa ‘Vida Nueva’, define la ‘Política’ como la “ciencia social cuyo fin es iluminar y acompañar la organización de las personas en la sociedad para el bien de la misma”. Nada más lejano en el Perú, donde el doble rasero es lo común entre los políticos – y en muchas actividades - cuyo objetivo es satisfacer sus intereses personales, dinero y poder,
A estos se les aplican las frases del escritor francés Edmond Thiaudière: La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular; Louis Dumur: La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos; Otto Von Bismarck: Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen. Por ello, la importancia de la intervención del ciudadano, por supuesto sin violencia, recordando la frase del filósofo griego, Platón: el precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.
Nuestros políticos – como la prensa - están alejados del pueblo, desconocen, y por ende, desatienden lo que este requiere y demanda: seguridad, trabajo y acceso a servicios públicos, para la tranquilidad y prosperidad del hogar, pero con un empleo, y no con dádivas que, al final no son sostenibles.
Los debates sobre identidad de género, derechos humanos (ajenos a quienes son agredidos por delincuentes y/o viven en la pobreza) y lo que sucede en el Poder Judicial, Ministerio Público, Defensoría del Pueblo, JNJ, Congreso y Ejecutivo – importantes, por cierto – no son del interés popular, y, sin embargo, son el pan de cada día en los medios. La Verdad agoniza, cada persona tiene la suya. La Vergüenza está enterrada, lo importante es ‘aparecer’. Los Valores han sido reemplazados por los del bolsillo. La Razón, deportada, la emoción prima, aceptada por una falsa tolerancia.
¿Por qué es tan elevada la aprobación de Bukele? Desbordados, por la política, es necesario que el mayor tiempo y espacio se otorgue a debates y acciones en busca de atender los reales – y vitales – requerimientos y necesidades de lo que realmente afecta al ciudadano. Es imperativo el debate sobre cómo resolver los problemas mencionados. Que las expresiones de quienes pueden contribuir a esto – catedráticos, estudiosos, líderes empresariales, entre otros – deje de ser una voz que clama en el desierto, y que los pobladores atendamos más a estos que a los fabricantes de escándalos. Es la hora de separar las cuerdas de la política de aquellas que realmente contribuyen a la prosperidad.
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