En 1983, el psicólogo y profesor de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, enunció su teoría de las ‘inteligencias múltiples’ en contradicción al paradigma de una inteligencia única. Su propuesta, tras estudiar las capacidades cognitivas del ser humano, concluía que cada persona podía tener diversos tipos de inteligencias, agrupándolas en ocho diferentes: lingüística (dominio de lenguaje y comunicación), lógico matemática (capacidad de razonamiento lógico y manejo de números), espacial (observar el mundo desde diferentes perspectivas), musical (músicos y bailarines), corporal y cinestésica (habilidades corporales y motrices), intrapersonal (conocerse a sí mismo), naturalista (detectar aspectos vinculados al entorno), e interpersonal (empatía). Posteriormente, se agregarían la inteligencia existencial (personas analísticas y filósofos), creativa (innovadores), colaboracionista (trabajo en equipo), y emocional (autocontrol y motivación), estas dos últimas muy valoradas en la actualidad.
Para su investigación, Gardner estudió el tipo de habilidades en los niños, aplicando ocho tipos de criterios, siendo los principales el uso de exámenes psicométricos y tareas experimentales, la existencia de personas excepcionales en determinados ámbitos, y la posibilidad de modificación de la inteligencia mediante entrenamiento; no obstante, su teoría ha recibid numerosas y significativas críticas, siendo las principales que confunde inteligencia con aptitudes, el uso de criterios subjetivos, el hecho que las inteligencias lingüística y lógico-matemática, son reconocidas como tales, en cambio las musicales y atléticas son habilidades, pues de esa forma cualquier destreza sería reconocida como inteligencia.
El psicólogo chipriota Andreas Demetriou le reconoce que existen varios dominios de la inteligencia, relativamente autónomos, pero cada uno de estos se relaciona con los restantes conformando la inteligencia general. Gardner vuelve a la carga y resalta que los test de inteligencia solo miden la lógico-matemática y lingüística, y es importante sean capaces de evaluar la inteligencia de una forma más justa. Kauffman le responde que desde hace décadas se evalúa la capacidad espacial, visual, y manipulativa, y los test de inteligencia resumen los resultados con una única puntuación que se puede desglosar en un conjunto de habilidades mentales que pueden ser organizadas jerárquicamente, según su grado de abstracción.
Coincido con los críticos de Gardner, pues quienes poseen las inteligencias lógico-matemática y lingüística no necesariamente carecen de las restantes, y con su teoría podríamos establecer numerosos tipos adicionales, como la inteligencia moral (respeto a la ética), ecológica (conservación de la naturaleza), y la alimenticia (consumo de alimentos saludables), por mencionar algunos, pero como Gardner me tomo una licencia y afirmo la importancia de la inteligencia política que, en principio, sería imposible sin habilidades lógicas, emocionales, y colaboracionistas, pero que demandaría otras cualidades, independiente a sus valores morales, como son las diez siguientes: a) competencias para realizar propuestas factibles de cumplir en campaña, b) entendimiento para elegir a tus acompañantes, c) talento para diferenciar equipo de campaña con equipo de gobierno, d) aptitudes de negociación transparentes y mantenimiento de buenas relaciones con todos los sectores, e) dosificación de presencia pública, ni mucho que lo queme ni poco que no lo alumbre, f) rapidez para desprenderse de elementos que lo perjudiquen, g) destreza oratoria que suene agradable a los oyentes, h) valentía para enfrentar situaciones adversas y reconocer errores, i) sabiduría para entender gobierna un país y no un partido, j) desprendimiento para buscar lo sostenible antes que la popularidad, y por supuesto capacidad de gestión, visión de futuro, y moral incorruptible. Reflexionemos si nuestros últimos dirigentes reunían estas capacidades. Un aporte para Gardner y sus seguidores.
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