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Carlos Ginocchio / Frases de nuestros padres (2 de 9)


Era común entre nuestros padres y abuelos, hombres y mujeres, manifestarse con dichos y refranes, pues consideraban con acierto que era una forma práctica de entender y asimilar situaciones y comportamientos. Algo así como una parábola resumida en una frase. Si hoy una imagen vale más que mil palabras, en tiempos pasados una frase las valía.


Cuando alguien subestimaba la actuación de una persona con trayectoria calma y tranquila, ante una posible agresión o injusticia, surgía la expresión: “del agua brava, líbrame Dios, que de las bravas me libro yo”. Este refrán español de tiempos ancestrales surgió ante la desconfianza de la aparente placidez de un río, sin percatarse de posibles ollas, remolinos y corrientes. El tiempo ha demostrado su validez, pues las reacciones de las personas sosegadas a los ataques, suele ser más intensa que los agresivos habituales.


“Quien mal anda, mal acaba” expone el fracaso definitivo de quien ha iniciado incorrectamente una gestión. Fue el nombre de una comedia de Juan Ruiz de Alarcón, publicada por el impresor sevillano Francisco de Leefdael. No apareció en las dos partes de las obras de Alarcón publicadas entre 1628 y 1624, pero fue ampliamente elogiada en el siglo XIX por Juan Eugenio Harztenbusch y Agustín Millares (Wikipedia), y de allí el uso popular de la expresión.


“Muerto el perro se acabó la rabia’”, proviene del siglo XIX cuando Pasteur descubrió la vacuna contra la rabia. Previamente, se afirmaba que el sacrificio del can terminaba con la enfermedad pues no existía cura para esta. En nuestros tiempos la frase se aplicaba para la necesidad de adoptar medidas radicales para solucionar un problema.


“MMM, malo mejor, muerto”, frase creada por papá para denotar que toda persona con salud afectada gravemente, tiene uno o dos días de una mejora, que hace suponer su recuperación, cuando solo es una antesala de su fallecimiento. Mi padre decía, cuando le mencionaban que fulano se había recuperado de una dolencia delicada: “cuidado con el MMM”.


No puedo olvidar cuando solicitabas te fíen en una bodega, la inmediata respuesta: “plata en mano, chivato en pampa”. Tiene su origen en el Perú del siglo XIX, cuando los compradores en el camal solicitaban les fíen un cabrito.


Papá, cuando le hacíamos las cuentas y no las explicábamos claramente, solía decirnos: “las cuentas del gran capitán”, frase originada con Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán”, cuando el rey Fernando el Católico le pidió cuentas en su campaña contra los moros (siglo XV) y los gastos, pese a su triunfo, eran excesivos y poco transparentes.


Los gallinazos estuvieron presentes en dos expresiones: “gallinazo no canta en puna”, frase acuñada entre los siglos XVII y XVIII aludiendo el hecho que las personas de raza negra no se aclimatan en la sierra. Martha Hildebrandt le otorga el mismo significado y agrega: ‘si lo hace, es con fortuna’. Posteriormente se aplicó para la imposibilidad de cualquier grupo de lograr un triunfo en una plaza hostil. Otra frase es “no gastar pólvora en gallinazos” que significa, según Hildebrandt, ‘hacer esfuerzos para realizar una tarea u obtener un resultado que no vale la pena’. No he ubicado el origen de esta frase, aunque percibo de origen nacional y derivada de la expresión ‘no darle margaritas a los cerdos’, cita en el evangelio de San Mateo, y en el Perú, pudo – no tengo seguridad – generarse en un entorno racista, pues se llamaba ‘gallinazo’ a la raza negra.


“Dado quitado, campana de fierro, derechito al infierno”, decía mi padre cuando pretendías que alguien con quien habías discutido te devolviera un regalo que le habías hecho. En ‘El Conde de Montecristo’ (traducción al español) de Alejandro Dumas, publicado en 1844, he leído una frase similar con el mismo significado.


“Quien se fue a Sevilla perdió su silla”, utilizada cuando alguien pierde algo o un privilegio tras abandonarlo durante un periodo relativamente corto. Según el Instituto Cervantes, esta expresión se remonta al siglo XV, durante el reinado de Enrique IV (1454-1474). En esa época se concedió el Arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del entonces arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca. Sin embargo, en aquellos años la ciudad gallega andaba "un poco revuelta", por lo que el primero pidió a Fonseca que fuera a Santiago para apaciguar la situación mientras él se quedaba en Sevilla. El ingenio popular le agregó a esta frase cuando te la mencionaban: ‘y el que viene de Lima, se sienta encima’.


Cuando hoy mencionamos ‘se armó la pampa’ o ‘se armó la buena’, estamos usando lo que anteriormente era “armarse la Marimonera”, refiriéndonos a un lío, enredo o trifulca. Su origen se remonta al siglo XVI y concretamente al Madrid de los Austrias. El libro 'El porqué de los dichos' explica que en esa épica había en Madrid una taberna regentada por el matrimonio formado por Alonso de Zayas y María Morena, más conocida como Mari Morena o Mari La Morena. Este local saltó a la fama a raíz de un proceso judicial que se abrió en 1579 por una pelea que se produjo en la taberna después que sus propietarios se negaran a servir su mejor vino a un grupo de soldados. Esta negativa fue el origen de una espectacular trifulca en la que supuestamente Mari Morena fue la que 'repartió más leña'.



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