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Carlos Ginocchio / El pueblo, las turbas, y Gorgias (2 de 2)


Pareciera que Gorgias (483-375 a.C), sofista y padre del escepticismo, se ha perennizado: “Nada existe, si existe no se puede conocer, y si se pudiese conocer, no se podría comunicar”, lo cual deviene en que la verdad es relativa, y cada persona tiene la suya, aunque ambas no coincidan, relacionándola estrechamente con el reconocimiento público, replicado siglos después por el entrenador Osvaldo Zubeldía: ‘La única verdad es ganar’. Una muestra en el Perú es la persistente intención de cambio de Constitución sin explicar lo que se desea modificar o incluir, y a la cual se le han efectuado 22 cambios desde su promulgación en 1993.


En este escenario acudimos a innumerables demostraciones de ‘cinismo’, entendido por la RAE, como ‘actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación’, contrariamente a la escuela filosófica de Antístenes (siglo V a.C), para quien ‘la virtud es un saber vivir, una forma de vida, donde la felicidad se encontraba en una vida sencilla, acorde con la naturaleza, y el hombre con menos necesidades era el más libre’.


La desfachatez ha alcanzado ribetes internacionales. El presidente López Obrador – mentiroso, injerencista rapaz, cínico y descarado, que habla desde la ignorancia y deja a su país como el peor de los Estados, a decir del periodista de CNN, Fernando del Rincón – respaldando al ex presidente Castillo en su golpe de Estado. Este presidente – que deja a sus compatriotas ‘en el piso’ – ha cuestionado numerosas veces a EEUU de injerencia en su país (caso Sanjuana, financiación de traficantes de influencias, la defensa del general Cienfuegos) – debería estar preocupado por solucionar la violencia en su país, pues tiene la gestión con mayor cantidad de asesinatos en la historia mexicana (126 mil hasta la fecha). Le siguieron Alberto Fernández de la Argentina, cuya popularidad es tan baja que la selección argentina – campeona del mundo – se negó a visitarlo en la ‘Casa Rosada’, e incluso atender a su enviado al aeropuerto. Y del minusválido mental colombiano, solo decir que 55% de sus compatriotas consideran que ‘el manejo de la guerrilla está empeorando’, y 88% reclaman por el ‘mal manejo del costo de vida’. Lo pintan de cuerpo entero sus declaraciones que “los pobres cuando dejan de serlo se vuelven de derecha, y si compran un carro acaba su humanidad”, lo que significaría que los taxistas y transportistas son inhumanos, y que a las poblaciones hay que mantenerlas en la miseria para que sigan a estos politicastros.


Y, en el país, expresiones caraduras las tenemos a diario y a granel: el presidente estaba dopado y no recuerda su discurso. Una congresista más preocupada que en resolver la crisis, lo está en proponer a otra parlamentaria para el puesto de la presidencia. Donde sí hay consenso y la Izquierda ‘chitón boca’ es en los S/ 15,600 de gratificación y S/ 1,500 por Tarjeta de Navidad, recibidos en diciembre.


Es descarada la pretensión de maquillar como protestas pacíficas a embestidas destrozando propiedad pública y privada, y la reclamación que las fuerzas del orden respondan en forma blandengue a terroristas, subversivos, y delincuentes. En los países que estos personajes admiran – Rusia, China, Cuba, Corea del Norte, Venezuela – la reacción a estos ataques habría sido despiadada.


Los peruanos de bien protestan sin destrucción. En la Marcha de los 4 Suyos, el delincuente Montesinos la infiltró incendiando el Banco de la Nación. En las marchas contra el presidente Merino, ‘Con mis hijos no te metas’, ‘Ni una menos’, ‘Fuera Castillo’, ‘Por la paz’, independiente a estar de acuerdo con sus banderas, no hubo la violencia y destrozos a los cuales hoy asistimos. No es el pueblo el que protesta, sino las turbas, y una sociedad civilizada no puede dejarse intimidar por estas, como tampoco por sus azuzadores profesionales, aunque ostenten cargos de parlamentarios u autoridades. Mis deseos que las fiestas navideñas devuelvan la cordura a los peruanos, que los políticos emprendan las reformas que se necesitan, que los violentistas sean detenidos, y que los excesos investigados.


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