Fue mejor. Es una frase de las ‘Coplas a la muerte de su padre’, don Rodrigo, en 1476, escritas por el vate Jorge Manrique en el siglo XV, y la expresión se ha convertido en popular para establecer que los tiempos pretéritos fueron más deseables que los actuales, en especial cuando atravesamos crisis o períodos de infelicidad. Lo curioso es cómo ha permanecido vigente este enunciado cuando dudo que quienes lo utilizan hayan leído al poeta español; no obstante, el escritor argentino y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Rodríguez Braun, manifiesta que Manrique no deseaba expresar que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’, pues como profundamente cristiano no podía afirmar ello, sino al contrario, y lo fundamenta en el contexto del poema: ‘avive el seso y despierte, contemplando, cómo se pasa la vida,/cómo se viene la muerte, tan callando; cuán presto se va el placer;/cómo después de acordado da dolor; cómo a nuestro parecer/cualquiera tiempo pasado fue mejor’, donde la clave es ‘a nuestro parecer’, y en la continuación: ‘pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido y acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera, más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera’, concluyendo que la sabiduría está en apreciar que lo mejor no es el pasado sino ‘lo no venido’, el futuro, y finalizando con una frase lapidaria que pinta por entero al ser humano (también a la humana, para estar a tono con los tiempos): Nada más tentador para los hombres que la vana nostalgia, la fantasía de un pasado brillante que hemos perdido para siempre.
Coincido y discrepo parcialmente con Manrique y Rodríguez. Si analizamos la historia de la Humanidad nos percataremos que naciones como Japón, Alemania, y Corea del Sur de ninguna forma podrán hacer suyas la expresión si se remontan al pasado de la Segunda Guerra Mundial o el conflicto coreano de los 50’. Contrariamente, Argentina podría decir lo contrario pues a finales del siglo XIX era el país más rico del planeta. En este sentido, ¿qué podría decir el Perú?, la respuesta será diferente considerando el período que tome como línea de base: la guerra con Chile o el crecimiento de la primera década del actual siglo.
“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla” es una frase que se atribuye a Napoleón Bonaparte, y que en nuestro país está siempre vigente, especialmente en nuestros líderes de diversas tendencias y por ello confirmamos el antiguo refrán español que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. No hemos aprendido que repetir experiencias como la cubana, venezolana o la velasquista de la década de los 60’ del siglo pasado, como también la del ‘chorreo’ del crecimiento o el mercado sin el rol subsidiario del Estado, solo nos conducen a un nuevo abismo. Y cada escalamiento para salir del precipicio nos demanda por lo menos dos décadas, y por cierto, sangre, sudor y lágrimas.
Continuamos aplicando soluciones inmediatistas buscando únicamente la popularidad, y por otra parte, el negocio. Carecemos de visión de futuro, soslayando que los países que crecieron y desarrollaron lo hicieron con esfuerzos que demandaron décadas, y se basaron en la sostenibilidad, la ética con solidaridad, la meritocracia real (no la que otorgan los títulos), el orden y la organización.
Un ejemplo. Hace algunos días nuestra selección de fútbol derrotó al combinado boliviano, y renació la esperanza de estar presente el próximo año en la justa de Qatar. Dejamos de lado los anteriores fracasos (solo 4 triunfos hasta la fecha), y culpamos a nuestros jugadores (salió jugando mal desde atrás, falló un penal, el entrenador es ‘argollero’), y soslayamos que la responsabilidad está en la pésima organización de nuestro torneo profesional, en la administración de clubes quebrados, y en el abandono de los torneos escolares y provinciales de antaño, entre otras causas. Pretendemos mejores resultados repitiendo lo mismo, y en estos casos, el éxito es una excepción.
¿Podemos cambiar?, siempre es posible, y en el Perú de hoy se hace necesario, y para ello es necesario que nuestra juventud no solo se dedique a la protesta y los adultos no solo a las críticas. En caso contrario, seguiremos tropezando con peñones y añorando el pasado.
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