Tratado de la calipigia o de las bellas nalgas
Don Francisco de Quevedo y Villegas en el siglo XVII escribió “Gracias y Desgracias del Ojo del Culo”, exaltándolo: “¿Cuándo por el pacífico y virtuoso ojo del culo hubo escándalo en el mundo, inquietud ni guerra? ¿Cuándo, por él, ningún cristiano no aprendió oraciones, anduvo con sinfonía, se arrimó a báculo ni siguió a otro, como se ve cada día por falta de los de la cara, expuestos a toda ventisca e inclemencia, de leer, de fornicar, de una purga, de una sangría, le dejan a un cristiano a buenas noches? Pruébenle al ojo del culo que ha muerto muchachos, caballos, perros, etc.; que ha marchitado hierbas y flores, como lo hacen los de la cara, mirando lo ponzoñosos que son: por lo que dicen que hay mal de ojo”. Como si fuera poco, agregaba: “No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; mirado bien es el más perfecto y bien colocado de él, y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella. Su sitio es en medio como el del sol; su tacto es blando: tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos, por esto debe ser alabado, pues se parece a los cíclopes, que tenían un solo ojo y descendían de los dioses”. Solo una expresión adicional para no ser empalagoso: “Y así, como cosa tan necesaria, preciosa y hermosa, lo traemos tan guardado y en lo más seguro del cuerpo, pringado entre dos murallas de nalgas, amortajado en una camisa, envuelto en unos dominguillos, envainado en unos gregüescos, abahado (hinchado) en una capa, y por eso se dijo: "Bésame donde no me da el sol".
El poeta y eclesiástico francés, Jean-Luc Hennig, compuso en el siglo XVI su reconocida “Oda al Culo”, antes de tomar los hábitos, donde alaba el “culo regordete que, si es de joven, es más sabroso”. En su “Filosofía del Tocador”, el Marqués de Sade presenta consejos para el buen sexo: “empuñar las nalgas y cosquillearse recíprocamente el agujero del culo, episodio siempre necesario para el complemento de la voluptuosidad”. Guillaume Apollinaire, en sus cartas a Lou, le escribe: “Quiero que me obedezcas en todo, hasta la muerte, y para obligarte a ello, bella indómita, quiero azotarte las nalgas, las gruesas nalgas aterciopeladas que se agitan, se abren y se cierran voluptuosamente cuando estoy encima fustigándolas. Te las flagelaré hasta que sangren, hasta que parezcan una mezcla de frambuesa y leche. Estas dos bellas eminencias merecen en justicia la sotana cardenalicia y yo me encargaré de otorgársela”.
Georges Bataille en “Historia del Ojo”: “Levantado así por los aires, el culo de Simona representaba en verdad una plegaria todopoderosa, a causa de la extrema perfección de sus dos nalgas, angostas y delicadas, profundamente tajada”. Poco se conoce de las cartas sexuales que le envía James Joyce a Nora Barancle, en 1909: “Sentí tus gordas, sudorosas nalgas bajo mi panza y vi tu cara sonrojada y ojos locos”. Henry Miller refiriéndose a su obra “Trópico de Cáncer”, se expresa: “Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro, en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios, al hombre, al destino, al tiempo, al amor, a la belleza... a lo que os parezca.”
El poeta francés Francois Villón, en el siglo XV, les rindió homenaje: “Soy Francisco y el nombre me duele, nacido en Pontoise, cerca de París, y balanceándose al cabo de la cuerda sentirá mi cuello lo que mi culo pesa”. Rimbaud y Verlaine compusieron juntos el “Soneto del agujero del culo”: “Oscuro y fruncido como un clavel violeta respira, humildemente agazapado entre la espuma húmeda aún de amor que sigue al dulce desliz por las nalgas blancas hasta el corazón de su pliegue”.
El sociólogo español y especialista en Teoría Queer (sobre el género y sexualidad humana) publicó en 2011, “Por el culo, políticas anales” en el cual combate la injuria y el insulto a este órgano. El filósofo íbero Jean-Luc Hennig, erudito cuya obra ha sido traducida a doce idiomas, escribió en 240 páginas “Breve historia del culo”, donde registra el rol de dicha parte anatómica en el imaginario colectivo y la cultura, refiriéndose André Roulin a la misma de la siguiente manera: “después de leer la obra, usted nunca volverá a sentarse como antes”. Finalizando estas menciones, Guillermo Fesser en su presentación de su informe anual sobre la situación de la lengua castellana, en Nueva York, en 2019, recordó una etapa de la lucha por la independencia de los Estados Unidos, afirmando que “un ejército latino le salvó el culo al señor Washington”.
En la pintura la relación es inmensa. El soberbio derriere de la “Venus del Espejo” de Diego Velásquez, “La mujer en su baño de Henri de Toulouse-Lautrec, “La gran odalisca” de Dominique Ingres, “Acto de mujer sedentaria” de Amadeo Modigliani donde unas bellas piernas provocan a la imaginación, la excitante “Desnuda con medias verdes” de Egon Schiele, “Violación de las hijas de Leucipo” de Pedro Pablo Rubens, “Desnudo sobre una almohada” de August Macke, “Tomando un baño” de Pierre August Renoir, “Desnudo 3” de Philippe Flohic, “La niña Louise O’Murphy” de Francois Boucher, “Las tres Gracias” de Rafael Sanzio, y “Goldfish” de Gustav Klimt, entre otras.
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