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Foto del escritorCarlos Ginocchio

Carlos Ginocchio / Bicentenario 



En 2024 celebramos el bicentenario de las batallas de Junín (6 de agosto) y Ayacucho (9 de diciembre), cruciales para la real independencia del Perú y América. La primera se realizó, únicamente, con caballerías, lanzas y espadas, obteniendo el triunfo los independentistas gracias a que el mayor Andrés Rázuri modificó la orden de La Mar a Suárez, induciéndolo a cargar a los realistas en vez de retirarse. Los realistas tuvieron 254 bajas y 145 los de Bolívar, durando la confrontación menos de una hora.

 

En Ayacucho, nuestras fuerzas estuvieron dirigidas por el general Sucre, y es famosa su proclama: ¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. Ambas fuerzas estaban equiparadas con casi 7,000 combatientes, 1,000 de los cuales eran jinetes. Es famosa la arenga del general Córdova, la que permitió capturar la artillería realista cuando apenas se había estrenado: "División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores". Aspecto a resaltar es que los adversarios de ambos ejércitos lucharon sobre los 3,000 m.s.n.m. sin que les afectara el soroche.

 


En 1924, mi abuelo Carlos Alberto Ginocchio Sánchez, fue invitado por el presidente de la República a las celebraciones por el centenario de Ayacucho. Tenía 30 años, casado con Grimanesa Feijó, en 1921, tenía dos hijos: Luis Enrique (3 de abril, 1923), Mario Alberto (9 de diciembre, 1924), y la abuela embarazada, esperando a la tía Mafalda, por lo que viajó solo (en esa época, desde Paita a Lima, por mar). El me relató la mayoría de sucesos que incluyo en esta columna, aunque he complementado con investigaciones de los documentos de la época. Era muy amigo de los senadores piuranos Alberto Franco Echeandía y Eduardo Seminario y Aramburú, como de don Miguel Antonio Checa Eguiguren - diputado por la provincia de Piura en 1919, 1924, y 1929, embajador y ministro Plenipotenciario en Argentina – y especialmente de los diputados por Paita, Miguel A. Pallete y César Cortez. Tenía también amistad con los diputados Germán Klinge (además de relación familiar) y Jorge Eduardo Leigh, quienes le presentaron a don Clemente Palma, entonces diputado, hijo de don Ricardo, y director de la revista Variedades, desde 1908 hasta 1931, de la cual me legó la colección, y que 5 años después le invitaría a la Exposición Iberoamericana de Sevilla, a la cual no pudo acudir.

 

Además de la fiesta de celebración, tuvo oportunidad de asistir a la sesión del Congreso, el 15 de diciembre, en honor de las delegaciones parlamentarios que acudieron a la celebración: Brasil, Venezuela, Cuba, Colombia, Paraguay, y Ecuador. Treinta países enviaron representantes a los actos del Centenario, pero fueron seis los parlamentos que se hicieron presente.  El presidente del Congreso era el señor Guillermo Rey, pero según el abuelo, fueron admirables los discursos de don José Salvador Cavero, senador por Ayacucho, y Ricardo Dulanto, diputado por el Callao. Como guardo recuerdo de las generalidades, pero no de la exactitud de los temas de estos que apreció el abuelo, recurrí a dichas disertaciones en la web de la Universidad San Marcos, e incluyo lo que se asemeja a la remembranza.

 

Salvador Cavero, senador por Ayacucho: la revolución del Perú no fue un movimiento aislado. Sus alcances se remontaban tan lejos que el éxito no podía menos que aparejar la emancipación de la América Española. Un hondo sentimiento de solidaridad americana fue la chispa que inflamó la conciencia de los dos grandes capitanes de la campaña emancipadora: San Martín el Protector y Bolívar el Libertador, nominaciones con las cuales les aludía el abuelo. 

 

La independencia de América es la primera etapa en la cual los pueblos son árbitros de sus propios destinos. Se inicia la etapa de la solidad americana, una orientación firme hacia el desenvolvimiento progresivo de los intereses comunes. Ajeno a las causas que mantienen diversos géneros de discordia en las naciones del Viejo Mundo, nuestros pueblos están preparados para constituir la gran Familia Americana por la comunidad de su origen, religión, lengua, similitud de sus instituciones democráticas y la concordancia de sus ideales. Casi medio siglo después el abuelo resaltó que fueron buenos deseos, pero en 1932 se iniciaría un conflicto entre Paraguay y Bolivia (Guerra del Chaco), en 1941 el enfrentamiento de Perú con Ecuador, y de las instituciones democráticas muy poco, pues los golpes de Estado fueron frecuentes en Perú y los países de América del Sur.

 

El discurso de don Ricardo Dulanto tiene rasgos de una futura globalización:  América está dando al mundo ejemplo de una vinculación espiritual fundada en recuerdos morales, en la comunidad de recuerdos gloriosos, en la convicción que los destinos de sus pueblos son compatibles, y en una conciencia de solidaridad continental, incubada en esta zona del planeta, noble internacionalismo sin precedentes en la historia. Incluyó la proclama de don José de San Martín, con una bandera peruana en la mano, en la ceremonia para nuestra independencia, tanto en la Plaza Mayor de Lima, como en la plazuela de La Merced, en la plaza Santa Ana, frente al Convento de los Descalzos y finalmente en la plaza de la Inquisición (hoy plaza Bolívar), ante 16,000 personas: “Desde este momento, el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”. Debe estar en una placa en todos los colegios y organismos públicos.

 

Respecto a la fiesta en Palacio de Gobierno, esta fue opulenta, y ocasión para que el presidente Leguía se luciera en su discurso resaltando la” “culminación del drama de la Independencia, hecho de triunfos y derrotas, alegrías y dolores, lágrimas y sangre, martirio y heroísmo, como los grandes sucesos humanos que han cambiado los destinos del Universo”. Para los peruanos, había sido de tanto renombre como la Revolución Francesa (1789), lo cual fue mencionado en la disertación de uno de los representantes extranjeros.

 

Ese año se inauguró el hotel Bolívar, cuyo planeamiento se inició en 2017 cuando el Congreso “autorizó al Poder Ejecutivo invertir el dinero necesario para la expropiación de inmuebles ubicados en la calle Faltriquera del Diablo, a fin de darle a la plaza - que llevaría el nombre de San Martín -, una forma rectangular”. Si bien fue inaugurada en 1921 (antes era un circo), el hotel no fue posible para el centenario de la independencia.

 

En 1919, Leguía propuso al ingeniero McCune para culminar los planos del hotel, cuya construcción fue financiada por el Sindicato Wiese, representado por don Carlos A. Weiner y cuyo presidente era don Augusto Wiese. Inicialmente, se pensó en el nombre de San Martín al hotel, pero, finalmente, fue ‘Bolívar’, y existen dos versiones: la formal, que se adoptó por el vencedor de Ayacucho (aunque fue Sucre), y la popular, que me comentó el abuelo: frente a San Martín (su estatua en la plaza) solo puede estar Bolívar. El hotel estaba planificado a ser émulo de los mejores de Nueva York, y con lujos que emularan un palacio versallesco, como su cúpula y vitrales, que se conservan hasta la fecha.

 

El abuelo asistió a la inauguración del hotel Bolívar, la cual contó con la presencia del presidente Leguía, el alcalde de Lima José Rada y Gamio, Fernando Wiese, el nuncio apostólico José Petrelli, quien lo bendijo, y personas notables de Lima y provincias. Tras los discursos, los asistentes fueron invitados a recorrer sus habitaciones y salones, culminando con un brindis con champagne francés. Posteriormente, el abuelo, mi padre y quien escribe, nos alojaríamos en el hotel en cada visita a la capital, hasta la década de 1980, en la que el Cercado comenzó a perder preponderancia. Mis tíos Feliciano del Campo Romero y Rosa Elena Feijó Sánchez de del Campo, residieron en una suite del hotel Bolívar (412) hasta 1983. Ojalá los organizadores del bicentenario contemplen la celebración en dicho establecimiento. Dicho sea de paso, 14 años después, en 1938, se inauguraría en Guayaquil el monumento a San Martín y Bolívar.

 


No fue la única inauguración en ese lejano 1924. La historia nos habla de la ampliación del local del Correo y Telégrafo de Lima con el pasaje Piura (construido por el arquitecto Raúl Pereira como parte del complejo de la Casa de Correos y Telégrafos), la avenida del Progreso, edificaciones en la plaza Dos de Mayo, el Museo Arqueológico, la Sociedad de Ingenieros, los monumentos al almirante Petit Thouars y Sucre, el Arco de la Amistad, instalado al inicio de la avenida Leguía (hoy avenida Arequipa) estilo neoárabe, demolido en 1939, y el panteón de los Próceres, pero para don Carlos eran temas menores.

 

El resaltaba la fundación del Apra el 7 de mayo en México, apreciaba la figura de Haya de la Torre, y dirigiéndose a mí, refería la fundación del club Universitario de Deportes, el 7 de agosto de ese mismo año, y aunque no era aficionado a ese deporte, distinguía que había sido fundado por universitarios, y que él había conocido a algunos de ellos, como el doctor Carlos Cáceres Álvarez y el profesor Adolfo Berger, “gente seria, de bien y decente”. Agregaba dirigiéndose al suscrito: “tú estarás para el centenario de tu equipo. Yo lo veré desde otro planeta”.

 


Algunos agregados de quien escribe: se cumplen 100 años de la publicación de ‘Cuentos andinos’ y ‘De mi casona’, del escritor chiclayano con alma piurana, don Enrique López Albújar, quien habitó la residencia de la novela en Piura (esquina calle Tacna con Ayacucho, Plaza de Armas), donde narra su niñez y juventud, la misma que hoy está ocupada por un banco limeño que destruyó la original para levantar un bunker de arquitectura nada atractiva, y ojalá, al menos, realice un homenaje al autor con la publicación de sus obras y una placa recordatoria. En 1924, el Banco del Perú y Londres abrió su oficina en Piura. El 15 de abril de ese año se publicó el decreto que creó la aviación militar en el Perú, consecuencia que el 15 de enero de 1911, Juan Bielovucic voló el primer avión en Perú. Sin duda que 1924 fue un año de muchas inauguraciones y logros. ¿Qué podrán decir nuestra población, dentro de 100 años, de los sucesos de este? Culmino con una curiosidad matemática: la dirección de mi casa en Piura lleva el número ‘924’.

 


 


 

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