El 23 de abril se celebra el “Día Internacional del Libro y los derechos de autor”, oficializado por la UNESCO, conmemorando el fallecimiento de don Miguel de Cervantes Saavedra (murió el 22, fue enterrado el 23 que según las costumbres de la época se consideraba la fecha de sepultura como la de defunción) y de nuestro Garcilaso de la Vega, así como de William Shakespeare (en el calendario Juliano de esos tiempos, con el gregoriano de hoy sería el 3 de mayo). Cabe mencionar que durante siete años (1923-1930) se celebró el 7 de octubre en España, por edicto del rey Alfonso XIII, conmemorando el nacimiento de Cervantes.
En nuestra reclusión actual una distracción para muchos es la lectura, y espero las librerías puedan operar pronto, aunque sea por delivery, por lo que con la hospitalidad de Efectividat escribiré, en homenaje a nuestros profesionales de la salud, sobre médicos que descollaron en la literatura universal, y cuyos personajes se refirieron a la salud, como Don Quijote para quien esta “se fragua en el estómago”.
Arthur Conan Doyle estudió medicina en la Universidad de Edimburgo, donde conoció al profesor forense Joseph Bell, en quien se inspiró para crear a Sherlock Holmes, y cuyo ayudante era el doctor Watson. Anton Chejov, autor de la inmortal “La Gaviota”, estudió medicina en la Universidad de Moscú y ejerció en Voskresensk, Zvenigorod y Bakino antes que la literatura lo apartara de su profesión, afirmando que “la medicina es mi mujer legítima y la literatura es mi amante”.
El historiador y escritor español Gregorio Marañón fue endocrinólogo y dirigió la cátedra de esa especialidad en el Hospital Central de Madrid, publicando más de cuarenta obras sobre diferentes tópicos de la medicina, entre ellos “El problema social de la infección”, expresando que “ser médico es amor infinito a nuestro semejante”. Michael Crichton, autor de “La amenaza de Andrómeda” y guionista para el cine y la televisión, estudió antropología en la Escuela de Medicina de Harvard, y fue profesor visitante en Cambridge, manifestando que “las opiniones sin pruebas debemos llamarlas prejuicio”.
Francois Rabelais (“Pantagruel, 1532) fue médico del hospital Notre Dame, Friedric Schiller cambió la carrera de derecho por la de medicina, Somerset Maugham (“Servidumbre humana”, 1915) que durante la década de 1930 fue el escritor mejor pagado del planeta, estudió medicina en Londres, y declaró: “no conozco mejor entrenamiento para un escritor que haberse desempeñado algunos años como médico”; Pío Baroja (“Agonías de nuestro tiempo”, 1926) realizó prácticas en los hospitales San Juan de Dios, San Carlos, y General. John Keats, Carlo Levi, Oliver Goldsmith, Míjail Bulgákov, Oliver Wendell Holmes, Robin Cook, y Arthur Schnitzler son otros destacados en la literatura que ejercieron la medicina.
Richard Selzer decía que “escribir es transformar mi impotencia y desesperación en un acto afirmativo de creación”, y para el psiquiatra Vallejo Nágera, ganador del premio Planetas en 1985 por “El rey”, “la medicina es la más hermosa de las profesiones, pero es un ejercicio muy duro si no se tiene encallecido el corazón”.
En el cómic, Quino tiene una viñeta en que Felipe le pregunta a Mafalda “qué toma para estar mejor”, y ella responde: “yo tomo distancia”, muy adecuado a los tiempos que vivimos, al igual que Pepo en un diálogo entre Huevo Duro con Condorito, cuando se dedicaban a la limpieza pública, el primero le pregunta si desea un cigarrillo, y el popular pájaro responde: “No, gracias, yo cuido mis pulmones”.
Y, entre los personajes imaginarios, son muchos los que provienen de la literatura popular que se convirtieron en héroes a través del cine y la televisión: los doctores Kildare, House, Huxtable, Doug Ross, Meredith Grey, Ben Casey y Marcus Welby, entre otros.
Nuestros profesionales de la Medicina están en la primera fila combatiendo contra este maligno virus, y estoy seguro que pronto triunfarán e ingresarán a la pantalla, a la literatura, pero sobre todo a nuestros reconocimientos y corazones. Abril 2020.
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