Me he caído del mundo y no sé por donde entrar, pareciera una frase aplicable a lo que sucede en el planeta, y por supuesto en el Perú, y la manera más sencilla de incorporarnos al planeta la ofrecen las redes sociales, que la pandemia ha originado sean cada día más furiosas y exacerbadas, por la carencia de líderes, ejemplos positivos y solución a sus problemas.
En el Perú observo una situación recurrente: la discusión - porque no alcanza dimensiones de debate – entre partidarios y opositores al actual gobierno, y a los anteriores, incluso desde la década de los 60’. Es importante revisar el pasado para no repetir errores, pero lo es más pensar en el futuro, especialmente cuando se combate por la supervivencia.
Hoy, quien no es caviar o terruco, es explotador o corrupto. Quien no es rojo, es imperialista. Derecha o de izquierda, como si no existiera el centro. En una época en que el pragmatismo frenético ha desplazado a las ideologías, y las protestas arrinconado a las ideas, estas etiquetas pierden sentido, y solo son válidas para la diatriba.
Largo tiempo – como nuestro himno – he reflexionado cuáles han sido las causas y los responsables que nos han conducido a escasos metros del precipicio. ¿Por qué estamos tan decididos a generar un apocalipsis y acabar con todo, sin importar cuan provechosas pudieran ser algunas de las acciones adoptadas?
Que el modelo macro económico ha reducido la pobreza, es cierto, pero no ha contribuido a proporcionar agua, electricidad, saneamiento a más de 30% de los hogares peruanos. Que la inversión ha crecido y generado empleo es real, pero 70% de nuestros compatriotas no acceden a los beneficios sociales de un empleo permanente. Es verdad que el crédito se ha extendido, mas las condiciones difieren sustancialmente entre los de mayores y menores ingresos. Nuestras agroexportaciones son exitosas, pero los productores que abastecen el consumo interno, aún están descuidados. Tenemos décadas de Democracia, pero plagada de conflictos y representantes que no dan la talla.
En ese escenario es muy fácil ser de ‘izquierda’ y proponer hasta lo absurdo, y también lo es ser de ‘derecha’ y argüir que el modelo y el sistema ha beneficiado al país, casi como en la novela ‘Rebelión en la granja’ de George Orwell: ‘todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros’. Con excepción de una minoría fanática y con intereses personales definidos, dudo que los peruanos y las mayorías en el globo terráqueo, sean de izquierda o de derecha. Tan solo desean respeto a sus ideas, prosperar, alcanzar un bienestar y seguridad para sus familias.
Entonces, ¿por qué esa identificación?, de izquierda, porque buscan un cambio que les permita acceder a los beneficios que gozan solo unas minorías y la forma más espeluznante de alcanzar una igualdad, es destruyendo todo. De derecha porque intentan mantener su empleo y los frutos que han obtenido con su esfuerzo, aunque se tenga que secundar posiciones desacertadas. Unos y otros apoyan a las corrientes más cercanas a su situación actual, dejando de lado el equilibrio que genera sostenibilidad, el centro.
Creo en la economía social de mercado como establece nuestra Constitución, pero esta es una entelequia en nuestro país. Y quienes la defendemos, tenemos que ser claros: el modelo es imposible mientras existan oligopolios, las leyes no protejan al consumidor, y no existan protocolos que contribuyan a reducir la desigualdad. Si a ello le sumamos la corrupción, la ebullición alcanza niveles estratosféricos..
Nuestros empresarios critican al Estado cuando interviene apoyando a los pequeños empresarios, pero hacen mutis cuando el soporte se dirige a sus empresas. Critican documentales, pero son incapaces de promover emprendimientos culturales que proyecten posiciones de peruanos ilustres de origen popular como José Olaya o María Parado de Bellido, por mencionar algunos.
El mercado es importante, pero no todos pueden acceder al mismo en igualdad de condiciones, para lo cual se requiere un Estado promotor – no empresario – que promueva su articulación a través de programas e instituciones de desarrollo sostenibles. Con planificación, palabra odiada por la empresa, y utilizada erróneamente por quienes solo buscan destruirla.
Espero llegue la hora del Centro, de quienes por más vituperados que sean, defiendan un modelo sano a nivel macro económico, con un Estado fuerte en lo que le corresponde, y promotor de desarrollo sostenible. Con leyes que impulsen el crecimiento de todos, no con limosnas. Con opiniones que expresen propuestas antes que críticas, y con autoridades que las consideren y no sientan están orientadas a su desestabilización. Con políticos que piensen en el mediano y largo plazo y no en la popularidad cortoplacista. Recordemos el abismo está a un paso, y salir del mismo cuesta sangre, sudor y lágrimas para más de una generación.
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