Como consecuencia de una decisión del Poder Ejecutivo para eliminar el feriado correspondiente al combate de Angamos, donde perdió la vida nuestro máximo héroe, don Miguel Grau Seminario, se ha producido una controversia entre quienes consideran es una determinación inocua que ha servido para encender la hoguera entre los opositores al gobierno, y aquellos que consideran se está atentando contra nuestra historia a fin de minimizar las proezas del peruano del Milenio.
La decisión se ha sustentado en promover el trabajo en la crisis por la pandemia. Torpe determinación por cuanto muchos peruanos han perdido su empleo y con ello no lo recuperarán. Además, se afecta el pago por trabajar en día no laborable a quienes conservan sus puestos.
Se argumenta que los peruanos aprovechan el 8 de octubre para descansar sin reflexionar sobre el sacrificio del ‘Caballero de los mares’, pero es responsabilidad de nuestras autoridades difundir videos, conferencias y foros sobre el piurano ilustre, ejemplo para el Perú.
Se ha difundido la imagen de don Miguel como el marino que evadía a las naves chilenas durante la Guerra del Pacífico, impidiendo la invasión terrestre, y valeroso comandante del Huáscar que enfrentó a la flota chilena sin rendir su buque en Angamos, donde perecieron muchos de sus heroicos oficiales: Elías Aguirre, Melitón Rodríguez, y Diego Ferré, entre otros.
Grau fue más que su participación en la guerra del Pacífico. No tuvo la felicidad de crecer en un hogar constituido pues no fue producto de una relación matrimonial, y a los nueve años, cuando los niños se divierten con juguetes, fue embarcado en una goleta desde Paita hacia Panamá, la cual naufragó y puso en peligro su vida. Bastaría con esto para que las organizaciones que se dicen defensoras de la familia y del menor protesten contra la anulación del feriado.
Fue comisionado para negociar la compra de unidades navales a Inglaterra, participó en el combate de Abtao contra España en 1866, al mando de la corbeta ‘Unión’. Protestó contra la decisión del gobierno de nombrar como comandante de la armada peruana al estadounidense John Tucker. Fue diputado por Paita en 1875 y presentó un informe sobre el precario estado de nuestros buques ante un eventual conflicto. Fue también hábil marino mercante en la actividad privada. Hombre de familia, casado con doña Dolores Cavero, tuvo diez hijos y debió superar la muerte de uno, cuando apenas era un niño, producto de un accidente.
Las cartas que conocemos a la viuda del héroe chileno, don Arturo Prat, y las dirigidas a su esposa, que expongo en breve resumen, muestran su carácter, integridad y amor filial: “Como la vida es precaria y con mayor razón desde que va uno exponerla en aras de la patria en una guerra justa, pero que será sangrienta y prolongada, no quiero salir a campaña sin antes hacerte por medio de esta carta varios encargos: el primero consiste en suplicarte me otorgues tu perdón si creyeras que te hubiera ofendido intencionalmente. El segundo, pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia la educación de nuestros hijos idolatrados. Para lograr este esencial encargo debo avisarte, o mejor dicho recomendarte, que todo lo que dejo de fortuna se emplee en la instrucción que sea posible; única voluntad que te ruego encarecidamente observes con religiosidad, si es que la súplica de un muerto puede merecer algún respeto”.
“No recuerdo si en alguna de mis anteriores te he dicho que he resuelto definitivamente quedarme de simple comandante del “Huáscar”, y al tomar esa medida he sido obligado por varias razones, y entre otras, la de tener que huir a la vista de un blindado como lo hago ahora, con mi insignia izada; cosa que no podría soportar sin morirme de vergüenza”.
Aprovecho para mencionar a don Alfonso Ugarte y Vernal, de quien se discute si se arrojó del morro de Arica para salvar la bandera, o simplemente cayó como mencionan algunos historiadores chilenos. Se soslaya su verdadero heroísmo. Ugarte era un próspero empresario minero, comerciante y agricultor, era contador, fue alcalde de Iquique, y en vez de enrumbar a Europa como muchos empresarios de la época, armó a sus peones y se puso a disposición del Perú. Ese fue su verdadero heroísmo. Hombres como Grau, Ugarte y Bolognesi (‘Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder, tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapaz conducta, la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada para que no crean que mi deber tuvo precio’) alcanzan la dimensión real del heroísmo, cualidad superior que se pretende aplicar a cualquier hijo de vecino. Hombres que entregaron su vida por la patria sin requerir nada a cambio ni buscar el poder. Son los líderes que hoy necesitamos.
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