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Carlos Ginocchio / El agro y los héroes (1 de 3)


El hombre llega al Perú durante el Pleistoceno final, período en el cual el planeta se encontraba en su última glaciación, encontrando un clima frío (Glaciación Vilcanota), donde la costa tenía una fauna de grandes dimensiones y abundante vegetación, y la sierra, nevados que se extendían hasta las laderas y cercanos a los ríos, con vientos huracanados, pastos pobres, y valles estrechos; es decir, un medio inhóspito y hostil. El primer humano del cual se tiene noticia es el ‘Hombre de Paccaicasa”, en Ayacucho, con una antigüedad de 18,000 AC. Las primeras señales de humanidad en el Perú, se encuentran en los humanos de Ayacucho, Huanta y Puente, previos al de Lauricocha, en Huánuco, alrededor de 7,500 AC. En la costa, a partir del año 10,000 AC, encontramos vestigios en Chivateros (Lima), Toquepala (Moquegua), y Paiján (La Libertad).


Nuestros primeros pobladores eran cazadores de mastodontes y tigres prehistóricos, para luego incluir camélidos, cérvidos y vizcachas, además de ser recolectores de raíces e insectos. En el Período Arcaico, entre el 7,500 AC y 4,500 AC, desaparecen los animales gigantes y surgen los huanacos y las vicuñas. Son los inicios de la agricultura, consiguiendo que plantas brotaran alrededor de los ríos, y cosechando algunos frutos maduros, además de la calabaza, el zapallo, el ají, el pallar y el frijol. También se inicia la ganadería de auquénidos, criados en corrales rudimentarios.


En el 4,500 AC, conocido como Período Arcaico Superior, que duró hasta el 1,500 AC, se desarrolla la Agricultura con nuevas alternativas como el algodón (2,500 AC) y el maíz. Esta es la primera gran revolución en nuestro continente, pues con ella el Hombre se convierte en sedentario, forma comunidades para su convivencia, desarrolla una industria textil, aparece la arquitectura, consecuencia de establecerse en un solo lugar, la noción de propiedad para proteger su obra, y con esta, el comercio; es decir, la Agricultura propició las primeras grandes innovaciones y transformaciones en el Perú.


Con el devenir de los años, la sociedad, los convencionalismos y esquematizaciones de la sociedad peruana, promovieron la imagen del hombre de campo como dócil y hasta sumiso, confundiendo su actitud sosegada, e ignorando que muchos de quienes consideramos como pro hombres, héroes o rebeldes, en nuestra historia, fueron gente proveniente del Agro.



José Faustino Sánchez Carrión, ‘El Solitario de Sayán’

Exiliado de Lima por el virrey Pezuela, se refugió en esa localidad, desde donde escribió sus ‘Cartas’ con dicho seudónimo. Nació en Huamachuco (1787), fue miembro del Congreso Constituyente de 1822, ministro de Gobierno y luego de Relaciones Exteriores. Fundó el periódico ‘La abeja republicana’ (1822-1832), rechazando la monarquía y defendiendo el gobierno republicano. Miembro de la comisión encargada de redactar la Constitución, que fue promulgada en 1823 y que tuvo marcada inspiración liberal. En 1824, recibió de Bolívar la investidura de Secretario General de los Negocios de la República Peruana, y acompañó al Libertador durante su campaña en suelo peruano.


En una carta a Francisco de Paula Santander, Bolívar escribió lo siguiente sobre el tribuno peruano: “El señor Carrión tiene talento, probidad y un patriotismo sin límites”. Se retiró de la vida política para dedicarse a la agricultura en la hacienda “Grande” de Lurín, de propiedad de la congregación del oratorio de San Felipe Neri, donde falleció en 1825.



Bernardo O’Higgins Riquelme

Nació en Chillán (Chile) en 1778, fue uno de los Libertadores de América, capitán general del Ejército de Chile, brigadier de las Provincias Unidas del Río de la Plata, general de la Gran Colombia y de los principales organizadores de la Expedición Libertadora del Perú. Ganadero, en Chile, fue propietario de la hacienda Las Canteras con 16,689 cuadras de tierra, 4300 vacunos y 540 caballares contados luego de un rodeo que duró 22 días.


En Lima, obtenía sus ingresos de la plantación de caña de azúcar de Montalván y la venta en el mercado de la ciudad de los productos de la hacienda. Tenía un almacén junto a su casa y atendía un negocio de confites cerca de ella. En mayo de 1838, mecanizó el trabajo de la caña, instalando una maquinaria que causó expectación entre los agricultores.


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