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Carlos Anderson / La matemática electoral

La matemática electoral de la primera vuelta nos ha dejado con un problema complejo: decidir si sumamos o restamos, para lo cual debemos encontrar primero la forma de hacerlo. Como sabemos, a partir del 28 de julio, tendremos un congreso altamente fragmentado. Un total de 10 partidos políticos, ninguno con mayoría, siquiera relativa. Por esta razón, una gran mayoría de politólogos y aficionados considera que será imposible sumar voluntades. Por suerte, la ciencia matemática nos da una fórmula: hallar el mínimo común denominador (MCD).


Como seguramente recordarán solo se pueden sumar o restar fracciones que tengan el mismo denominador (intenten sumar, si no me creen, 3/5 + 2/7). Para hacer la suma, primero es necesario calcular el mínimo común múltiplo de los denominadores de esas mismas fracciones (5 y 7) con el objetivo de obtener fracciones de igual denominador equivalentes a las fracciones iniciales. Hagan los números. Lo importante es entender la idea central: para sumar fracciones, necesitamos encontrar un mínimo consenso—o, en términos matemáticos—el MCD.


¿Cuáles podrían ser los elementos constitutivos de dicho consenso? En la actual situación de pandemia y crisis económica la respuesta parece ser obvia: i) traer las vacunas de la forma más expeditiva posible, distribuirlas y aplicarlas usando toda la logística del Estado peruano y de las empresas del sector privado, asegurando la absoluta gratuidad de las vacunas; ii) promover, facilitar y financiar la importación masiva de plantas de oxígeno, declarándolas “esencial” en todos los establecimientos de salud en el país; iii) ajustar/reorientar el presupuesto de la República 2021-2022 para destinar recursos de manera prioritaria en salud, educación y seguridad; iv) repotenciar con financiamiento público los comités de vaso de leche, ollas comunes y demás programas sociales para paliar de inmediato el hambre que azota a miles de peruanos privados de sus fuentes tradicionales de ingresos.


En materia económica, los consensos deben seguir la ruta del impulso para la creación masiva de empleos privados y—de manera temporal—programas también masivos de creación de empleos temporales con recursos públicos, sin populismo ni despilfarro. Un buen ejemplo que combina de forma creativa lo público con lo privado es la reciente decisión del MEF de crear un fondo de 500 millones de dólares para capitalizar a las entidades de micro finanzas, con el doble propósito de evitar que éstas quiebren a la vez que canalizan recursos al sector Pyme semi formal e informal, para así darle un potente impulso a la creación de empleo privado.


En corto: en materia económica, lo que necesitamos es una política fiscal expansiva que acompañe a la política monetaria expansiva, actualmente en curso, y sin la cual la caída del PBI hubiera sido sustantivamente mayor. Las preocupaciones acerca del tamaño de la deuda con relación al PBI o la trayectoria del déficit fiscal deben ser puestas—temporalmente—en el asiento trasero de las prioridades, tal y como lo aconseja el propio Fondo Monetario internacional.


Estos son los temas que probablemente encuentren un Mínimo Común Denominador en el más corto plazo. Hacia adelante, será necesario llegar a algún otro nivel de consenso: el que oriente el desarrollo futuro del país. Elementos claves serán: i) concordar que el crecimiento económico en sí mismo no es suficiente; ii) que necesitamos construir una sociedad más justa y solidaria; iii) que la salud, educación y empleo digno no son lujos de primer mundo; iv) que la informalidad y la corrupción son dos males absolutamente innecesarios; y: v) que la búsqueda de la felicidad no es tarea exclusiva de unos pocos—las élites o las clases políticas—sino más bien constituye un reto para el conjunto de todos los ciudadanos.


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