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Carlos Anderson

Carlos Anderson / La fira de Barcelona 

No. No se trata de la “furia” de Barcelona sino de su feria anual de la industria audiovisual, llevada a cabo en la Gran Vía Venue de L’Hospitalet de Llobregat. Precisamente, desde este enorme recinto escribo esta columna, fascinado por la rapidez del avance tecnológico en medio de esta Cuarta Revolución Industrial.

 

Pensemos: si decidiéramos como país usar miles de millones para impulsar una industria que nos permita atraer inversión extranjera directa, conocimiento, tecnología, y modelos de negocios innovadores que—además—señalizara la importancia de contar con las habilidades del Siglo XXI, ¿qué industria escogeríamos?

 

Ciertamente no la industria petrolera—industria del pasado en la que, vergonzosamente hemos desperdiciado—a través de Petroperú y la refinería de Talara —más de 7 mil millones de dólares. Tampoco la industria del automóvil o la industria aeroespacial. O la industria de semi conductores o la de desarrollo de software para vehículos autónomos. Y no porque sea imposible sino porque no seríamos competitivos. No tenemos ni la infraestructura, ni la profundidad de bolsillos, ni un ecosistema de innovación, ni universidades top en I+D ni el ejército de PhD que requieren estas industrias de punta.

 

Pero tampoco tenemos porqué conformarnos con desarrollar industrias “frugales”, es decir, aquellas que supuestamente son más apropiadas para los países en desarrollo, industrias que respondan con valor y tecnologías de bajo costo a las necesidades de los clientes, en lugar de proponer productos técnicamente complejos y sofisticados.

 

Existe un camino intermedio a la modernidad y las industrias clave del siglo XXI: las industrias creativas y en particular la industria audiovisual, portaestandarte de la economía del conocimiento y la creatividad. Como bien se señala en un reciente estudio del BID (“Detrás de Cámaras: Creatividad e Inversión en América Latina y el Caribe”) ya sea en países medianos o grandes, es importante que los gobiernos incluyan al sector audiovisual como un eje posible de atracción para inversiones globales que mueve miles de millones de dólares en todo el mundo”.

 

Esto lo han entendido muy bien países como Panamá, Uruguay, Chile, República Dominicana y—sobretodo—Colombia—para mencionar tan solo a los países de la región, los cuales han desarrollado marcos legales, tributarios y de promoción de inversiones capaces de competir en la lucha mundial por recursos y talento audiovisual.

 

En el Perú estamos a la saga, pero podemos dar un salto cuántico si el Congreso aprueba mi “Proyecto de Ley de promoción de la exportación de obras audiovisuales y generación de empleo en la industria audiovisual” (PL 5206/2022-CR). Lo acabo de presentar en Fira Barcelona y la recepción no podía haber sido mejor. Nuestra riqueza cultural, paisajista, arqueológica, lingüística y gastronómica nos hace un lugar ideal para desarrollar esta industria. Construyamos el futuro hoy. ¡¡Pero construyámoslo ya!!

 

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