“La Economía Divertida”, nombre de batalla de esta aguerrida columna, fue concebida originalmente con el propósito de tratar temas económicos, con una mezcla de superficial profundidad—que es muy diferente a profunda superficialidad—mediante el uso y abuso de un lenguaje coloquial escrito con una pluma ágil y divertida.
No sé si en estos casi 14 años de Economía Divertida he logrado cumplir con el propósito original de la columna. Lo que sí sé es que—por lo menos yo—me he divertido a morir escribiéndola. Mi primer artículo se llamó “La Crisis de Wall Street”. Publicada en el Diario Gestión el 28 de marzo del 2008 la columna daba a conocer, entre otras cosas, la “teoría de las cucarachas”, teoría según la cual, si uno encuentra una cucaracha en la cocina, probablemente sea porque hay todavía muchas más. La cucaracha a la que me refería se llamaba en ese entonces Bear Stearns, uno de los bancos de inversión protagonistas de la crisis hipotecaria que luego devendría en crisis financiera y finalmente en crisis económica.
Desde entonces, esta columna ha tratado temas económicos relacionados con la teoría económica, la política monetaria y fiscal y ha tratado de ampliar el entendimiento de sus lectores en temas aparentemente complejos acerca de fenómenos económicos como el crecimiento, la inflación, y el desempleo. La columna ha presentado en sociedad reseñas de libros desconocidos y oscuros artículos económicos que, apropiadamente tratados, han terminado siendo quizás los más divertidas columnas que he escrito hasta hoy (por ejemplo: El Amor y la Economía, La Formula de la Felicidad, El Economista 69, La Economía Endocrinóloga, Cisne Cuello Negro, Inflación: ¡Que no Panda el Cúnico!, Para que sirven los Economistas, La Pobreza de los Índices de Pobreza, El Sexo y la Economía, El abc del Desarrollo, La Crisis de la Macroeconomía, etc., etc., etc.).
Y aunque el titulo de la columna hacía referencia casi exclusiva a los temas de índole económico, de vez en cuando la columna reveló un profundo interés por los temas de carácter político, y de política y economía internacional—lo que los británicos llaman “current affairs”. Con el tiempo, sin embargo, y especialmente durante el último par de años, la Economía Divertida ha sufrido un desbalance muy en línea con los acontecimientos del país: atrás ha ido quedando el aspecto divertido de la columna, y los temas estrictamente económicos han dejado de tener preeminencia para cederle el paso a los temas de estructura y coyuntura política, al punto tal que en vez de La Economía Divertida la columna merecería llamarse “La Política Aburrida”.
Por esta razón he decidido hacer un triple salto: 1) dejar de publicar en físico La Economía Divertida; 2) trasladarla al espacio digital de Gestión.pe, con el fin de regresar la columna a su fuente primigenia e inyectarle una nueva dosis de frescura y sonrisas al análisis de temas económicos; y 3) iniciar una columna en físico en la versión impresa del Diario Gestión acerca de temas más “políticos” o de política económica seria, en una columna que se ha de llamar—dada mi investidura como congresista de la República—“Desde el Hemiciclo”.
Esta no es la primera vez que hago un cambio de esta naturaleza. Olvidé mencionar al comienzo de esta columna de bienvenida y despedida que antes de La Economía Divertida colaboré aquí mismo en el Diario Gestión durante cuatro años y medio—de octubre del 2003 a febrero del 2008—con una columna que escribía desde Londres y se llamaba Tiempos Inciertos. He dudado, pero no puedo ocultar que me he sentido tentado de llamar Tiempos Inciertos a mi nueva columna. Ciertamente los tiempos son muy inciertos y la vida en el hemiciclo es prueba fehaciente de ello. Espero me acompañen en esta nueva aventura, con la misma disposición de estos últimos 19 años.
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