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Carlos Anderson

Carlos Anderson / 3,500 millones de dólares 

Hace poco vi en TikTok un video acerca de una increíble obra de infraestructura en la provincia china de Sichuan. Un puente que más parece una interminable carretera en las nubes, que circunda montañas también interminables y que por un momento me hizo soñar con algo similar en Los Andes del Perú.

 

Pero el dato que me sacó de mi ensoñación fue el costo de la obra: !!3,500 millones de dólares!! y entonces recordé que 3,500 millones de dólares es precisamente lo que se pretende gastar en la compra de 24 aviones de caza para la Fuerza Aérea del Perú. ¡Pero además recordé que el entusiasmo en torno al Puerto de Chancay ha significado hasta ahora una inversión (privada) de 1,500 millones de dólares y que se espera que—cuando finalmente esté listo en toda su magnificencia—habrá costado 3,500 millones de dólares!!!

 

Y recordé también que los expertos en materia de seguridad ciudadana señalan una y otra vez que el Plan Mariano Santos de modernización de la policía—que subsanaría en un periodo de cinco años todas las carencias de nuestras fuerzas policiales—tiene un costo de 1,300 millones de dólares. Y que con 2,200 millones de dólares podemos cerrar la brecha al acceso de agua potable en Puno, Tacna, y Piura—y nos sobra plata. Otra vez un total de 3,500 millones de dólares y solucionamos en gran medida dos de los grandes problemas del país.

 

Hago esta reflexión no para decir que la compra de 24 aviones de caza por parte de la Fuerza Aérea por un monto de 3,500 millones de dólares sea de por sí descabellada.

Ciertamente nuestras fuerzas armadas en general, y nuestra Fuerza Aérea en particular, requieren de un “upgrade” significativo en su capacidad disuasiva.

 

Lo digo porque el monto total del gasto—en momentos de flaqueza fiscal, creciente endeudamiento, y demandas fundamentales en educación, salud, infraestructura y seguridad interna—no se condice con un manejo razonable de las necesidades presupuestales.

 

Lo digo también porque existen decisiones que—seguramente desde una perspectiva militar son sub óptimas, pero que están más de acuerdo con nuestras circunstancias específicas.

 

Por ejemplo, como en el caso de la Argentina de Milei podríamos adquirir 24 aviones de caza F16 usados, pero renovados con tecnología de última generación. A Argentina estos aviones le han costado 301 millones de dólares, aunque si le añadimos los misiles Sidewinder que también ha adquirido, el total de eleva a 650 millones de dólares.

 

Chile sigue un camino parecido. Actualmente viene llevando a cabo un programa de modernización integral de su Fuerza Aérea de 46 aviones de combate F16, de los cuales 36 habían sido adquiridos “de segunda mano” a los Países Bajos a comienzos del año 2000. En noviembre del año pasado, Chile firmó un contrato con la empresa Lockheed Martin por 177 millones de dólares para el upgrade de los sistemas de navegación de su flota. Y hace dos días se anunció en Estados Unidos que Lockheed Martin ha obtenido un nuevo contrato por 21.95 millones con el Departamento de Defensa norteamericano para el upgrade de otras aeronaves F16 que tendrían como beneficiario final a Chile.

 

¿Señalar todo esto, constituye “traición a la patria”, como ha dicho el ministro de defensa? ¡Por supuesto que no!!! Traición a la patria es más bien despilfarrar los escasos recursos del Estado con compras bélicas que van más allá de las necesidades más urgentes y los escasos recursos con los que contamos.


 

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