Perú, atrapado por la "maldición" de las materias primas
El hambre en el Perú está en su punto más alto, como jamás se había visto antes y muy por encima del resto de países de América Latina. El informe global de crisis alimentaria (FAO, 2022), revela que 16 millones 600 mil peruanos (cerca del 50% de la población total) están en situación de inseguridad alimentaria, es decir, personas que no consumen sus tres comidas al día o que, simplemente, no se alimentan todos los días. En 2021 había 15 millones de personas en esa misma condición. Lamentablemente, por la desidia de las autoridades peruanas, el último Informe de la FAO 2023, no recoge datos de Perú. No obstante, creemos que las cifras de 2022 han aumentado, por los efectos de la crisis que vive el país en los últimos años.
Estos números revelan el rotundo fracaso de la lucha contra la pobreza, la desigualad y el hambre. Son desoladoras y desafiantes, y pueden aumentar cuando vemos intactas las causas que las han generado. Lo peor de todo esto, es que no se trata de un problema nuevo. Ya lo era antes de la crisis de 2008. Y lo es ahora, agravada por los efectos de la pandemia de 2020.
Ejemplos a tener en cuenta
En el mundo hay un selecto club de países (Arabia Saudita, Kuwait, Australia, Noruega, entre otros) que tiene los llamados fondos soberanos creados por el exceso de sus ahorros fruto de la explotación de sus materias primas o el superávit en su balanza comercial. Por ejemplo, el Fondo Global de Pensiones de Noruega encargado de gestionar los ingresos petroleros del gobierno, ha logrado acumular en torno a 1,3 billones de dólares desde su fundación en 1989. Una enorme fortuna para un país de poco más de cinco millones de habitantes. Si se divide el capital de este fondo entre toda su población, el resultado sería un ahorro de cerca de 250,000 dólares por cada ciudadano. Es decir, este país ha sido capaz de eludir con sabiduría la llamada “maldición” de las materias primas. Es un ejemplo positivo de cómo aprovechar la abundancia de los recursos naturales y desarrollar el país.
China es otro ejemplo, pero con rasgos distintos. Este país tiene varios fondos soberanos creados y gestionados por el Estado. Los más grandes son: China Investment Corporation y SAFE Investiment Company, creado en el 2007 con 200 mil millones de dólares, que hoy gestiona 1,4 billones de dólares. Ambos han sido esenciales en la gestión y la diversificación de las vastas reservas chinas derivadas de su superávit comercial. Hay otro fondo el National Council for Social Security Fund of The People’s Republic of China creado para complementar y asegurar las futuras pensiones de los chinos, anticipándose a los cambios demográficos del país. También está el Silk Road Fund (fondo de la ruta de la seda) creado en 2014 para financiar proyectos relacionados con el programa y mejorar la relación con los países que se acojan a la iniciativa. Estas son parte de las estrategias chinas para asegurar el futuro de su gente.
La pregunta es ¿cómo lo hacen? El caso chino, es un modelo único basado en el trabajo, el ahorro y la inversión. Se debe, asimismo, a la buena gobernanza de sus instituciones públicas mediante una gestión eficiente de sus recursos y de su superávit comercial. No existe en el mundo nada parecido al éxito chino que no esté basado en el petróleo o los minerales. Podríamos decir que la “materia prima” en China es y fue su capital humano, su gente. Aunque esto puede confundirse con la idea de país superpoblado. Nada de eso. India es el país es más poblado que China, sin embargo, no ha logrado ni remotamente acercase al éxito del gigante asiático. Entonces, podríamos decir que el éxito chino es, mérito de su gente y sus gobernantes que tiene sentido de futuro que construyen un país entre todos y para todos.
Conclusión
Las dos experiencias mostradas (países que siguen una estrategia para maximizar los beneficios sociales de sus riquezas naturales y otra basada principalmente, en el capital humano y la buena gobernanza) son ejemplos positivos para construir un Perú socialmente cohesionado y romper la “maldición” de la abundancia.
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