La universidad pública peruana, en la encrucijada
Para asegurar unos niveles de calidad que permitan cumplir con excelencia los tres cometidos propios de la Universidad: docencia, investigación y transferencia de conocimiento a la sociedad, hace falta una verdadera autonomía, un buen gobierno y recursos adecuados. En este sentido, la meta al 2030 debe ser, dotar a la universidad pública de un presupuesto equivalente al 1% del PBI, y para el 2035 esa cifra debería llegar a 1.5%. Hay fundas razones para que así sea. No es imposible. La clave de esta genuina aspiración está en manos de quienes toman decisiones políticas. Todo lo demás es accesorio. Y, por último, la distribución de los recursos debe ser por resultados tangibles, como mecanismo que incentive a la universidad cumplir con su razón de ser.
Por otro lado, se necesita abordar, al mismo tiempo, la mejora en los sistemas de gobernanza, y mayores grados de autonomía universitaria acompañados de sistemas de rendición de cuentas y de gestión más eficientes de sus escasos recursos. El relanzamiento cuantitativo y cualitativo de la actividad universitaria tiene que ser gestionado por las propias universidades, en ejercicio de su autonomía, principio constitucional y rasgo definitorio de la universidad en todo el mundo.
Excelencia académica y excelentes personas
Tenemos en el Perú una Universidad “abundante” (51 públicas y 92 privadas con fines de lucro y exoneradas de impuestos), atrapada en el pasado y de calidad mediocre, pero aún no tenemos una Universidad “excelente”, que forme excelentes personas, que dé el salto de calidad, que premie el esfuerzo, la excelencia, que gestione el talento, y que haga investigación útil que tanta falta nos hace.
Para alcanzar estos nobles objetivos, se necesitan profesores que amen su trabajo. Esta premisa que, puede parecer obvia, no siempre está presente. A partir de ella, se puede construir un mapa de las cualidades del buen docente universitario. Por ejemplo, un docente en ejercicio profesional es una garantía de credibilidad que favorece la simbiosis universidad-empresa y que puede resituar a nuestros estudiantes en el mundo real.
El profesor Harry R. Lewis (2006) quien fue decano de Harvard College, criticaba a su propia universidad, tan célebre por su excelencia académica, pero que a su juicio carecía de alma, porque no formaba a sus alumnos en los valores universitarios, que son el motor para transformar la sociedad. Recomendaba que la universidad sea capaz de preparar a sus alumnos para una visión más amplia de su misión.
Y, ciertamente, una universidad sin alma, sin un compromiso transformador de la sociedad, no puede ser excelente por muchos artículos que sus académicos consigan publicar en las revistas de impacto. Eso es estrategia burocrática, no excelencia, es medir la calidad por una cantidad muy discutible, cuando lo cierto es que educar en la excelencia, se consigue compitiendo consigo mismo en cooperación con otros. Eso es lo que constituye la misión fundamental de la universidad.
El alma de cualquier actividad es el motor por el que se pone en marcha y el motor de la universidad es formar personas excelentes. Es este, el norte, en el que creo yo y defiendo.
Apuntes finales
El tren del conocimiento avanza a toda velocidad y Perú lo está perdiendo. Es urgente revertir esta tendencia. Es de esperar el máximo consenso político y la máxima colaboración posible para atajar el creciente deterioro de la universidad pública.
Frente al pesimismo fatalista de algunos, que piensan que la universidad pública no tiene remedio, y en contra de quienes quieren continuamente aplazar los cambios que necesita, muchos confiamos en la posibilidad de alcanzar mayores cotas de calidad en nuestro quehacer universitario. Es la sociedad peruana la que lo demanda y tiene derecho a esperar una respuesta positiva de su universidad.
Las universidades públicas son una inversión valiosa para el futuro de nuestra sociedad, el ascensor social más útil y la mejor respuesta como un mundo mejor para aquellos con talento a quienes el destino ubicó en familias con menos recursos. Defendamos la Universidad pública con firmeza, pero también en con fundamentos.
Referencias:
El autor es Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid y es actualmente profesor principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido Rector en la Universidad Nacional Micaela Bastidas de Apurímac
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