
La geoeconomía se ha convertido en un factor determinante en la configuración del poder global. Las naciones ya no solo compiten mediante la fuerza militar, sino también a través del comercio, la inversión, la tecnología y las políticas monetarias. Perú, como economía emergente con una fuerte dependencia de las exportaciones de materias primas, se encuentra en un contexto desafiante. Factores como la rivalidad entre EE.UU. y China, la digitalización financiera, la transición energética y la reconfiguración de las cadenas de suministro están redefiniendo las oportunidades y riesgos para el país. En este breve artículo se analiza el impacto de la nueva geoeconomía y las estrategias que debe el Perú adoptar para posicionarse como una nación emergente.
La Geoeconomía en el Siglo XXI
Como señala, Blackwill y Harris (2016), la geoeconomía es «la utilización de instrumentos de carácter económicos para promover y defender los intereses nacionales, y producir resultados geopolíticos beneficiosos”. Uno de los fenómenos más saltantes de esa geoeconomía es la rivalidad entre EE. UU. y China. Este enfrentamiento ha generado tensiones en sectores estratégicos como la tecnología, el comercio y las finanzas. La "guerra comercial" iniciada en 2018 con la imposición de aranceles mutuos marcó un punto de inflexión, impulsando la fragmentación del comercio mundial (Banco Mundial, 2023). Asimismo, la restricción de exportaciones de semiconductores de EE. UU. hacia China ha reforzado la competencia en la industria tecnológica global.
Por otro lado, las sanciones económicas han sido una herramienta poderosa de la geoeconomía en la última década. Por ejemplo, Occidente ha impuesto cientos de sanciones a Rusia, Irán, Venezuela, entre otros, afectando sectores clave como el energético y financiero. En respuesta, Rusia y China han acelerado el uso de monedas alternativas al dólar y han impulsado sistemas de pago paralelos, como el CIPS chino (sistema de pagos interbancario y transfronterizo), para reducir su exposición a sanciones de EE. UU.
Impacto de la Nueva Geoeconomía
La geoeconomía se ha convertido en un factor determinante en la política económica de los países en desarrollo. La guerra comercial entre EE.UU. y China se recrudece con la andanada de aranceles. Además, la regionalización de las cadenas de suministro y las sanciones económicas impuestas por Occidente a Rusia y a otros países, vienen reconfigurando las dinámicas del comercio y la inversión global (OCDE, 2023). Perú, como una economía abierta y dependiente del comercio exterior, puede sufrir sus efectos negativamente de varias formas, como el incremento de costos de producción y la disminución de sus exportaciones.
China es el principal socio comercial de Perú, representando el 32% de nuestras exportaciones, principalmente en cobre y otros minerales (BCRP, 2024). Sin embargo, la desaceleración económica del gigante asiático, por un lado y la guerra comercial con EE. UU., por otro, han generado incertidumbre en la demanda futura de los productos peruanos. Perú cuenta con una red de tratados de libre comercio (TLC) con importantes economías. Estos acuerdos deben ser aprovechados para diversificar mercados y atraer inversiones.
La tendencia global hacia la regionalización de las cadenas de suministro ha favorecido a países como México y Brasil, que han visto un incremento en la inversión extranjera debido al nearshoring o deslocalización (OCDE, 2023). Si bien Perú no se encuentra dentro de los principales destinos para este modelo de negocio, podría beneficiarse si mejora su infraestructura vial y aprovecha la ventaja inmejorable que ofrece el Megapuerto de Chancay para consolidarse como un actor principal en el transporte de carga marítima mundial, facilitando el acceso a mercados globales.
Por último, Perú mantiene un sistema financiero altamente dolarizado, lo que lo hace vulnerable a fluctuaciones en la política monetaria de EE. UU. La diversificación de reservas internacionales con otras monedas, como el yuan o el euro, o en activos de refugios (el oro) podría mitigar estos riesgos y fortalecer la estabilidad macroeconómica. Los países están diversificando sus reservas internacionales y reduciendo su dependencia del dólar (FMI, 2024).
Nuestros Recursos Estratégicos
El Perú es el segundo mayor productor de cobre a nivel mundial, y la creciente demanda de este metal para la producción de vehículos eléctricos y energías renovables representa una oportunidad clave (Banco Mundial, 2024). La demanda global de cobre sigue en aumento, lo que representa una ocasión para fortalecer el sector minero y negociar acuerdos estratégicos con países en transición energética, como la Unión Europea y EE.UU. Asimismo, Perú posee reservas de litio en Puno, un recurso esencial para la producción de baterías eléctricas. Sin embargo, la falta de infraestructura y un marco regulatorio claro han limitado su desarrollo. Es una oportunidad desaprovechada.
Perú también es un exportador de gas natural, con el consorcio Camisea como un pilar importante de su matriz energética. Sin embargo, la transición hacia energías renovables ha generado debates sobre la sostenibilidad a largo plazo de esta industria y la necesidad de diversificar las fuentes de energía. El sector de hidrocarburos en el país ha sido históricamente un factor fundamental para la economía nacional, contribuyendo significativamente a los ingresos fiscales y la balanza comercial.
Empero, desde la privatización del sector que empezó en 1991, la inversión en exploración y producción de hidrocarburos ha caído sensiblemente, lo que demuestra que la política de privatización ha sido un rotundo fracaso. A la escasa inversión en hidrocarburos han influido diversos factores, siendo uno de los principales obstáculos identificados, el exceso de una burocracia miope, que dificulta el desarrollo de nuevos proyectos y ahuyenta la inversión extranjera.
Desafíos y Estrategias
Para reducir la dependencia de la minería, el país debe impulsar sectores con mayor valor agregado, como la minería, la agroindustria, la fabricación avanzada y los servicios digitales. La inversión en educación y tecnología será crucial para mejorar la competitividad en estos sectores. Por otro lado, la estabilidad política y regulatoria es fundamental para atraer inversión extranjera en sectores estratégicos como la minería y los hidrocarburos. Un marco legal claro, incentivos fiscales y medidas para reducir la burocracia pueden hacer de nuestro país un destino atractivo para el capital foráneo.
Apunte final
Perú tiene un potencial significativo para adaptarse y prosperar en la nueva geoeconomía del siglo XXI, pero esto requerirá una visión estratégica, inversiones en infraestructura y tecnología, y un enfoque en la sostenibilidad y la inclusión social. La colaboración entre el sector público, el privado y la sociedad civil será clave para aprovechar las oportunidades y enfrentar los desafíos que presenta este nuevo escenario global.
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