Los efectos de la desconexión entre la economía real y la economía financiera
La creciente desconexión entre la economía real y la economía financiera ha sido un tema de debate constante en el mundo académico y empresarial durante décadas. Este debate se centra en cómo los mercados financieros, que deben apoyar la economía productiva, han tomado un carril propio, en muchos casos desvinculándose de la producción de bienes y servicios, el empleo y el bienestar económico general.
La cuestión de la relación entre la economía real (que incluye la producción y consumo de bienes y servicios, la inversión en infraestructura y el empleo) y la economía financiera (que se refiere a las transacciones de activos financieros, como acciones, bonos y otros productos de inversión) tiene sus raíces en el pensamiento económico clásico.
Ya en la década de 1930, J. M. Keynes (1936) advertía sobre los peligros de una "economía de casino", donde los mercados financieros se volvían especulativos, en lugar de servir como un motor de inversión para la economía real. Esta preocupación se ha mantenido vigente, especialmente con la globalización y la liberalización de los mercados financieros en las últimas décadas.
Economía real vs economía financiera
Desde la perspectiva académica el debate se ha centrado en cómo los mercados financieros deben funcionar como un mecanismo para asignar eficientemente el capital hacia proyectos productivos. Sin embargo, muchos economistas, como Stiglitz (2019) y Piketty (2014), han argumentado que la desregulación y la búsqueda de ganancias rápidas han llevado a una especulación desenfrenada, lo que a menudo resulta en burbujas financieras y crisis que impactan negativamente a la economía real.
Según el enfoque empresarial, la desconexión entre la economía real y la financiera también genera tensiones. Las empresas productivas, que se enfrentan a desafíos como la productividad, la innovación y la creación de empleo, a menudo se ven afectadas por las fluctuaciones de los mercados financieros que no necesariamente reflejan sus fundamentos económicos.
Un claro ejemplo de esto es la volatilidad en el precio de las acciones de empresas que cotizan en bolsa. A pesar de generar buenos resultados en sus operaciones, pueden ver caer sus valoraciones debido a factores externos y el sentimiento de los inversores.
Al mismo tiempo, el mundo empresarial ha sido un actor importante en la promoción de la economía financiera, ya que muchas corporaciones recurren a la emisión de acciones, bonos y otros instrumentos financieros para financiar su crecimiento. Sin embargo, la presión de los accionistas por rendimientos a corto plazo puede llevar a que las empresas se enfoquen más en mejorar su desempeño financiero que en realizar inversiones de largo plazo que beneficien a la economía real.
En definitiva, la creciente desconexión entre la economía real y la economía financiera plantea uno de los desafíos más complejos del siglo XXI. Requiere una discusión profunda y acciones concretas para equilibrar la relación entre ambos sectores y asegurar que la riqueza financiera también contribuya al bienestar de la sociedad en su conjunto.
Los efectos de la desconexión
La crisis financiera de 2008 puso de manifiesto esta desconexión de manera drástica, demostrando cómo una burbuja especulativa puede destruir la riqueza real y afectar el empleo, los ahorros de las personas y la estabilidad económica global.
Desde entonces, las políticas monetarias de baja tasa de interés y estímulo cuantitativo (Quantitative Easing) implementadas por los bancos centrales han alimentado nuevamente a los mercados financieros, llevando a niveles históricos los precios de los productos financieros (acciones, bonos, etc.), mientras que la economía real ha mostrado un crecimiento muy modesto. Acemoglu y Robinson (2012) argumentan que las crisis financieras “revelan los peligros de una economía desequilibrada, donde el crecimiento del mercado financiero no refleja el desarrollo de la economía productiva”.
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