Perú ha sido catalogado en algunos sectores como el “milagro” económico de América Latina, por tener las tasas más altas de crecimiento durante varios años (6,2 % del PBI promedio entre 2002 y 2009). Sin embargo, el impacto de dicho crecimiento no fue para todos los peruanos.
Si bien los distintos gobiernos han puesto en marcha programas sociales, la misma investigación revela, que aún se esconden brechas, en zonas alejadas a las grandes ciudades donde hay cifras de desnutrición similares a las de África. Por ejemplo, en algunos distritos de la región Huancavelica tiene hasta 73% de niños con desnutrición crónica (atraso en el crecimiento) y desnutrición aguda (bajo peso para la talla). A la fecha estas cifras no han cambiado significativamente.
La desnutrición crónica en el año 2017 afectó al 12,9% de niños y niñas menores de cinco años, ligeramente menor al año 2016. El mayor índice de desnutrición se reportó en las niñas y niños con madres sin educación o con estudios de primaria (27,6%) y en la población infantil menor de tres años de edad (13,6%). Por regiones la tasa más alta de desnutrición crónica en la población menor de cinco años de edad sigue reportándose en Huancavelica (31,2%), seguido por Cajamarca (26,6%), Loreto (23,8%), Pasco (22,8%), Apurímac (20,9%) y Ayacucho (20,0%).
En cuanto a la anemia, en el Perú, para el año 2017, se estima que existen 1,350,000 niñas y niños entre 6 y 36 meses de edad, de este total, el 43.6% (588,600) tienen algún grado de anemia. Por otro lado, existen 600 mil gestantes, de las cuales el 28% presentan anemia (168,000), siendo en el área rural de 53,3% y en el área urbana 40,0%; si miramos las regiones en primer lugar aparece Puno (75,9%), seguida de Loreto (61,5%) y Ucayali (59,1%). Estas cifras prácticamente se han mantenido constantes desde el 2011. Podríamos concluir diciendo que los programas sociales dirigidos a combatir estos males crónicos no son efectivos o los recursos destinados son insuficientes. Ya la OMS recomendaba a los gobiernos que la reducción de la anemia debe ser una prioridad en las políticas públicas, especialmente en aquellos que registran alta prevalencia de anemia en los grupos más vulnerables.
Evidentemente la desnutrición crónica y la anemia tiene estrecha correlación con las desigualdades y la pobreza, pero también ha surgido un hecho relativamente nuevo: el sobrepeso que viene afectando cada vez más a niños y niñas que padecen pobreza. Éstos peruanos se enfrentan a condiciones de alta vulnerabilidad social y económica creciente porque no tienen acceso equitativo a los servicios de salud, y mucho menos a alimentos saludables equilibrados. En este sentido, el gobierno actual se ha planteado como meta al 2021 reducir la anemia del actual 43% al 19% y la desnutrición crónica infantil del 14% al 6.4%.
Las verdaderas causas del hambre
¿Recuerdan la antesala de la crisis financiera que estalló el 15 de septiembre de 2008 y que cumplió 10 años el 2018? En aquellos momentos la máquina de la especulación financiera giraba a mil por hora. Por ejemplo, el 6 de abril de aquel fatídico año, en el Chicago Mercantile Exchange (CME) (bolsa de productos básicos o commodities de Chicago), una tonelada de trigo llegó a superar los 400 dólares. Era increíble, sólo cinco años antes costaba alrededor de 125 dólares. Estos cereales, que se habían mantenido en valores constantes - con ligeras fluctuaciones - durante más de dos décadas, empezaron a subir durante el año 2006. Para enero de 2007 cuando su cotización llegó a 173 dólares, su ascenso se había vuelto incontenible; en julio, el trigo sobrepasó los 200 dólares por tonelada; en diciembre los 339; los 406 en enero de 2008 (véase las cotizaciones internacionales del BCR Perú). Lo mismo sucedía con los demás alimentos como el maíz, la soya, etc. El trigo viene a ser el segundo producto más consumido en el mundo (después de la leche y sus derivados), y su producción asciende a 722 millones de toneladas anuales (FAO, setiembre 2018). Cada año se negocia en la Bolsa de Chicago una cantidad de trigo igual a cincuenta veces su producción mundial.
En la Bolsa de Chicago (CME, por sus siglas en inglés) cada grano de maíz que se produce en Estados Unidos, China, Brasil, Argentina, Unión Europea (principales productores) se compra y se vende, mejor aún, ni se compra ni se vende, se simula estas operaciones cincuenta veces. Como alguien dice, el gran invento de estos mercados es que el que quiere vender algo no necesita tenerlo físicamente: se venden promesas, compromisos, vaguedades escritas en la pantalla de una computadora. Y los que saben hacerlo ganan, en ese ejercicio de ficción, fortunas (son los llamados contratos de futuros y opciones sobre alimentos o productos básicos). Es decir, el hambre es también consecuencia de la especulación pura y dura que se dan en estos mercados (o bolsas), que no tienen reglas ni leyes que les controle. Los funcionarios de la FAO conocen perfectamente que eso es así.
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